Como se había previsto, las elecciones municipales registraron una enorme abstención. Dos de cada tres chilenos no fueron a las urnas. Particularmente, fue baja la presencia de jóvenes. Es un llamado de atención. Debemos analizar las razones y atacar sus causas.Por una parte, existe una condena a la relación anómala entre la política y el dinero y lo que ello significa para las decisiones de los poderes públicos. Las nuevas normas sobre transparencia en el financiamiento no lograron disuadir la desconfianza.Asimismo, muchos advierten que su vida no cambia con las elecciones. Frases como “para qué votar, si el lunes tengo que trabajar igual” o “en qué me ayuda a mí que gane uno u otro” son muy recurrentes. Elegir autoridades es una decisión colectiva con miras al bien común. Ello puede tener una consecuencia a nivel particular, pero es secundaria. Superar la lógica individualista es un desafío muy importante.Muy ligado a lo anterior está la falta de participación social. Nuestros ciudadanos dejaron de participar en sus juntas de vecinos, en sindicatos, en clubes deportivos, en organizaciones sociales, en general. La carencia de esta vivencia lleva también a una falta de valoración de lo colectivo a niveles superiores.Falla también la educación cívica. Muchos aprecian que la política está lejos de su vida cotidiana. Hasta que se ven afectados por una decisión. A nivel municipal, la política está en la calidad de la escuela, en la atención en el consultorio, en la pavimentación de la calle, en el retiro del aseo, pero ello no siempre se aprecia. Hay, además, otras múltiples razones, como la repetición de liderazgos o la falta de competencia en muchas comunas o la dificultad para conocer las propuestas de los candidatos, más allá de las piezas publicitarias. Quizás las nuevas normas dificultaron más aún este aspecto.Explicaciones hay muchas. Y debemos seguir analizándolas y, sobre todo, hacernos cargo. Se trata de un resultado muy preocupante para nuestra democracia.  

X