La sentencia que permitió a un condenado por femicidio frustrado reducir la pena aplicable hasta menos de 5 años de cárcel y luego poder conmutarla por libertad vigilada, ha generado gran conmoción.

Se trata de una agresión muy violenta. El carácter de femicidio frustrado proviene del hecho que el agresor atacó a la víctima de un modo idóneo para matarla. Afortunadamente no lo consiguió.

El Tribunal Oral en lo Penal de Ovalle estimó que el ofensor había actuado en un episodio de arrebato, ante una confesión de infidelidad, lo que se demostraría en que la golpiza no se impidió ni con la presencia policial y sólo se detuvo una vez que el funcionario hizo uso de su arma de servicio.

Diversas organizaciones han cuestionado que la interpretación de los jueces vuelva, esta vez indirectamente, a entender la infidelidad como un factor exculpatorio de violencia intrafamiliar, como ocurría en la legislación de décadas y siglos pasados. Ello no es aceptable en la actualidad.

En el proyecto de ley que penalizó el femicidio propuse eliminar como atenuante del castigo y penalidad por este delito la ofuscación y los celos, cuando suceden en el marco de la Violencia Intrafamiliar (VIF), lo que fue respaldado por el SERNAM y rechazado por la Cámara de Diputado.

Creo necesario insistir en una iniciativa que evite el uso de esta hipótesis para reducir la responsabilidad y, asimismo, que limite el uso de penas alternativas, como la libertad vigilada, en caso de este tipo de delitos.

Durante el presente año las agresiones contra mujeres han aumentado. Se trata de un grave problema cultural y social que nuestra sociedad debe advertir y procurar erradicar.

La presión de los medios de comunicación y la ciudadanía ante hechos como los portonazos ha motivado un mejoramiento de los procedimientos policiales, una mayor atención de las fiscalías y la revisión de las normas para combatirlos.

Lo mismo debe ocurrir con la violencia contra la mujer. Nada justifica este tipo de hechos. Debemos dar señales muy claras en ese sentido. La vida de una mujer no vale menos que un portonazo. 

X