las noticias y opiniones van siendo muy consistentes desde hace algún tiempo: Chile es un país estancado, lento en el progreso y demasiado rápido para perder oportunidades.Esta semana el candidato continuista Alejandro Guillier señaló que el país “se está quedando atrás, le están sacando ventaja Bolivia, ¡Bolivia!, Perú, Ecuador. Chile se quedó atrás. No está tomando decisiones estratégicas casi en nada, está paralizado, perdió la confianza”. El ministro de Hacienda Rodrigo Valdés reconoce que el país hace rato tiene “un problema en términos de concretar inversiones”. Para confirmarlo, en la Cuarta Región se conoció la decisión lamentable -con voto dirimente del intendente- de rechazar el proyecto de Minera Dominga, que habría creado casi 10 mil puestos de trabajo. ¿Qué le pasó a Chile?El tema es complejo, multicausal, pero no hay duda que las reformas impulsadas por el Ejecutivo en los últimos años -y muchas veces el tono de ellas- han tenido más regresión que progreso, no han creado fuentes laborales ni han promovido el crecimiento económico. En resumen, podríamos estar mejor y parecemos conformarnos con la mediocridad ambiental, o culpar de ella a factores externos o de situación del precio del cobre. Sin embargo, todos sabemos que Chile puede crecer más y mejor -lo demostró con casi un 7% anual promedio entre 1985 y 1998 y también en otros momentos- así como puede generar progreso social y disminución de la pobreza. La sociedad ha demostrado dinamismo y creatividad, muchas empresas extranjeras decidieron invertir en Chile y hoy las cosas están cambiando, para mal. Lo primero que debemos hacer para volver a una ruta de progreso es diagnosticar bien los problemas, y segundo hay que tener la convicción y tomar el camino adecuado.La tarea no será fácil. Se han perdido confianzas, ha habido deterioro institucional, el ideologismo superó a la sensatez en algunas transformaciones, apoyadas incluso transversalmente por diversos sectores políticos, como fue la reforma tributaria. Hay que trabajar en esos planos, y también en recuperar el optimismo, sin el cual nos sumiremos en críticas y descalificaciones, sin que por ello mejore la situación del país y de los chilenos. Alcanzar el desarrollo en un corto plazo es posible, y sería una imperdonable mediocridad no hacerlo.

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