Me ha llamado la atención la manera de atender que tienen los trabajadores de algunos establecimientos comerciales en nuestra zona. Años atrás, en varias provincias del entonces Chile, estaba marcada la diferencia entre la manera de interactuar con el cliente respecto de Santiago. Eran desganadas, sin interés, como si le estuvieran haciendo un favor. En cambio, en la capital, al cliente  lo atendían con esmero y buenos modales, hasta que ambos conseguían su objetivo. Hoy día la cosa ha cambiado. No sólo ha cambiado como era antes en esas varias provincias. Buenas tardes, señorita, pregunta el cliente, ¿dónde puedo encontrar pantalones de vestir color marengo, por favor?. Oiga, allá en el pasillo del fondo al lado del espejo. Fue toda la atención. El cliente deambula entre otras personas y de improviso se le acerca una señora adulta y le pregunta, ¿Qué se le ofrece, señor? Uno le explica lo que pasó y ella prestamente dice “No se preocupe, yo lo atenderé, sígame, por favor”... qué le parece este modelo, aunque para Ud. si me lo permite, yo elegiría este color. Al final se hace la operación. Por curiosidad, pregunta el cliente. ¿Ud. trabaja hace mucho tiempo aquí? Sí, señor, soy jubilada y trabajo media jornada. El resto de mi tiempo lo dedico a mi persona y a mis nietos. Tengo un horario flexible que me permite trabajar de esa manera y tener una renta adicional y de paso… entretenerme. Esto, mis queridos lectores comprueba el constante incremento de las necesidades de empleo a personas adultas y de tercera edad. Da la impresión que parte de la juventud no tiene interés en trabajar como debe ser. Llego a un servicentro y se me acerca un joven. Buenos días, señor, bienvenido ¿Qué bencina necesita? ¿Algún otro servicio? muchas gracias, señor, que tenga un buen día y espero tenerlo nuevamente por aquí. Sorprendido le contesto Gracias. ¿Qué nacionalidad tienes? Soy peruano, señor. 

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