Una enramada imaginaria, pajarería criolla, aguarda observadores internacionales para dirimir presencia en las fiestas tradicionales. Cuando la memoria colectiva chilena aún recuerda a sus cantoras y cantores exaltando el quehacer pintoresco entre lo humano y lo divino. Donde con acordeón y guitarra y bajo un bautizo sugestivo aun es posible encontrar semejanzas. La diuca con el chincol...

La chingana popular no era otra cosa que el salón de los pobres al aire libre. Y, nada de remilgos, todo en armonía, aseguran los cronistas de la época. Así, hasta bien entrado el siglo XX el folclore se abrió para todos. La cueca de salón se baila, ahora, bajo la enramada prodigiosa con nombre,  por lo general, pícaro.

Viene de lejos...aunque es tan pequeño como el dedal de las modistas del ayer...alcanza  altura insospechada por su misión de armonía y paz: poliniza. Para la pajarería ancestral y criolla su mirada es importante. En efecto, la estética es la madre del buen gusto.

 Todo por echar la andadura: "La diuca con el chincol / una chngana pusieron / de "cantoras" a la fiesta / a tres pollollas trajeron...". El  cantor: - Francisco Rodríguez- Las aves son las protagonistas; aunque, hay un mono  orangután de por medio

Pancho, restaba años a los setenta y tantos, cuando aseguraba: "Por primera un aguilucho, / pidió una buena bandeja. / Y llegó una lechuza vieja / que  no valía ni un pucho. / Enseguida llegò el chuncho / y a la salida del sol, / la diuca con arrebol / estaba linda y buenamoza. / Y estaban tirando prosa / la diuca con el chincol".

El revoltijo es grande:"Siete tiuques se murieron de celos por una Cuca". Los pájaros no son tan pájaros, insisten. Cuando eliminen todo "susto" animal en la tierra de doña Zenaida, Bartolo, Lucas y otros, el diminuto pajarillo llegado desde el corazón de América del Sur batirá sus alas a modo de aplausos: es el Colibrí de la vereda andina. ¡Vale!

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