La situación en Nicaragua suma 567 muertos, 4578 heridos y 1336 presos políticos, y aún está lejos de tener una salida. Pareciera ser que la crisis nicaragüense tiene aristas comparables a la venezolana, la cual evidentemente se enrumbó hacia un callejón sin salida.

Campaña permanente

Desde el 2007, el Frente Sandinista de Liberación Nacional se convirtió en una maquinaria electoral de campaña permanente. En cada carretera, oficina pública y escuelas de Nicaragua se estampó propaganda del gobierno, aunque no estuviesen en campaña electoral. Si a esto agregamos el control de la mayoría de los medios de comunicación, para la oposición resultaba casi imposible realizar una campaña electoral competitiva. No es necesario ser un hábil economista para darse cuenta que competir con un candidato oficialista cuya campaña se financia con erarios públicos, es un trabajo cuesta arriba.  

Fuerzas armadas leales al gobierno

Antes que, en los procesos de negociación, el presidente Ortega descansa en que los altos mandos de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional van a permanecer fieles al régimen. Esto no resulta difícil de predecir, considerando que el Jefe de la Policía Nacional es su consuegro y que el Ejército de Nicaragua fue convertida en una empresa, que hasta el 2012 acumulaba un capital de 100 millones de dólares siendo uno de los principales accionistas del Banco de Finanzas (BDF), inversionista en diversos rubros, desde los bonos de tesoro de EEUU, hasta propietario de universidades.

Oposición atomizada

Una de las máximas de los Ortega ha sido gobernar con el lema “divide et impera”. Esta táctica le ha traído buenos réditos, pues en los últimos años, la oposición política en Nicaragua estaba tan atomizada que era casi inexistente. Hoy por hoy, las protestas civiles lideradas por la “alianza cívica” tienen una multiplicidad de actores: universitarios, campesinos, empresarios, intelectuales, la iglesia, artistas, entre muchos otros, pero al ser tan dispersa, no genera un claro liderazgo, tal cual estaba la oposición venezolana antes de la aparición de Juan Guaidó.

Pavimentar el camino para el 2021

En un nuevo proceso de negociación las exigencias de la Alianza Cívica son las mismas: liberación de los presos políticos y adelantamiento de las elecciones. La primera es imprescindible. La segunda, es intransable para las aspiraciones de Ortega. Bajo ninguna circunstancia El Carmen aceptará adelantamiento de elecciones, y harán todas las maniobras necesarias para dilatar esa alternativa.

Igualmente, no serviría de nada el adelantamiento de elecciones sin un Consejo Supremo Electoral imparcial que permita elecciones. En este escenario, los esfuerzos de la oposición deberían concentrarse en pavimentar el camino para llegar al 2021 con Magistrados del CSE imparciales, un acuerdo de observadores electorales internacionales y la construcción de un liderazgo claro que permita converger todas las fuerzas que buscan el cambio.

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