Aquello de lo que se venía hablando cada vez que el ministro del Interior tenía un desencuentro con la Presidenta o con algún sector de la coalición gobernante, finalmente sucedió. 
Pocos días atrás, Jorge Burgos presentó su renuncia al cargo que había asumido el 11 de mayo del año pasado, cuando fue nombrado por la Presidenta para reemplazar a Rodrigo Peñailillo. 
Durante su gestión como ministro del Interior, Burgos tuvo varios episodios complejos en su relación con la Presidenta, especialmente tras el viaje que ella realizó en diciembre pasado a la Región de La Araucanía y en el cual no fue considerado, a pesar de que el tema central del viaje tenía que ver con las situaciones de inseguridad que persisten en la zona. 
También se habían generado ásperos conflictos y  diferencias entre el exjefe de Gabinete con los partidos del oficialismo cuando   fracasó  la designación de Enrique Rajevic como contralor general de la República, rechazo atribuido a la incapacidad de Burgos para llegar a acuerdos con la propia Nueva Mayoría.
La versión oficial señala que el miércoles recién pasado, tras reunirse temprano con la Presidenta Bachelet, el exministro DC habría presentado su renuncia al cargo, en un gesto que tomó por sorpresa incluso a su propio partido, a pesar de que esta decisión parecía inevitable, dado que el sector de izquierda de la Nueva Mayoría discrepaba  de sus opiniones  respecto del proyecto de aborto o  la situación judicial de la nuera de la gobernante en el caso Caval; además de las discrepancias frente a la agenda corta antidelincuencia, ya que al interior de la Nueva Mayoría hay sectores que no están de acuerdo con el control de identidad preventivo.
Como oposición, pensamos  que  Burgos es un político conocido y destacado, que le dio equilibrio al gobierno, porque  daba garantías a todos los sectores. 
Su salida del Gabinete es una muestra de los desacuerdos internos que tiene la coalición gobernante y sus efectos  en la errática conducción del país, sin una hoja de ruta clara.
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