El sábado tempranito nos acomodamos con unos amigos a ver el mensaje presidencial y desde luego el tradicional homenaje a Prat. Todos hemos sido testigos de que el foco de atención se trasladó a los desmanes criminales e incendios provocados con los resultados ya conocidos. Un ministro dijo: “Dejaremos caer todo el peso de la ley sobre estos infiltrados delincuentes”. Me imagino un piano cayendo desde la azotea, comenté. No, me corrigió Juan. Puede ser una pluma”. Ocurre, interviene Oscar, que la Ley vigente opera de acuerdo a lo que existe en ella. El abogado querellante la estudia y presenta el tema en los Tribunales. 
El abogado defensor de estos jóvenes idealistas, como decía Allende, también estudia y presenta sus descargos. Ahí comienza a operar la justicia que obra de acuerdo a lo que se presente y las pruebas correspondientes, si las hay. 
Todo lo demás es especulación por parte de los medios de comunicación que se pueden cargar a uno u otro lado. También la especulación de todos nosotros, los abismados espectadores. Viene la tramitación del juicio, al principio con harta cobertura mediática, foros, opiniones, los tradicionales ataques a carabineros, etc. Pasa y pasa el tiempo y la cosa se va quedando en el olvido de primer plano y continúa su tramitación legal. Al final, el veredicto.
Bueno para unos y malo para otros. Entonces las leyes deben ser más duras, grita Juan. Oye, calma, le digo. Ya sabemos que las leyes se hacen en el Parlamento y requieren del acuerdo para que puedan ser aprobadas.
Pero lo que es bueno para Chile es malo para algunos parlamentarios, interrumpe Oscar. Porque son temas impopulares y les pueden restar votos y no salir elegidos. De esa manera, se da la paradoja de que lo que es bueno para la convivencia nacional de todos nosotros, es malo para las expectativas electorales de algunos ¿Por qué será? Tarea para la casa, mis estimados lectores.
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