La derrota del gobierno en la elección municipal del 23 de octubre tiene un significado político y uno simbólico.En lo político, la Nueva Mayoría ya no existe, pero no por los enojos de la Democracia Cristiana o por las divisiones internas -personalismos lo llamó la Presidenta-, sino por una cuestión más simple: ya no es nueva y dejó de ser mayoría. Hay un problema de incoherencia en la marca, además de otras cuestiones conceptuales. En lo simbólico, si bien los resultados porcentuales son bastante equivalentes con Chile Vamos, lo cierto es que la centroderecha celebró, y con ganas, el domingo; la centroizquierda, por su parte, lamentó los resultados a nivel nacional, con algunas derrotas emblemáticas, en Santiago, Providencia y Maipú, por mencionar tres casos. Aunque es una elección local, la evaluación de los resultados es más amplia. De ahí que Sebastián Piñera haya terminado la jornada como uno de los grandes vencedores, o que Isabel Allende haya decidido bajar su precandidatura presidencial. La presidenta Bachelet ha dicho que los resultados no implican que haya un giro a la derecha y es posible que ella tenga razón. De lo que no cabe duda es que sí hay un giro contra la izquierda y sus políticas en estos dos años y medio de gobierno. Sin embargo, sería una ceguera total que la oposición interpretara el triunfo del domingo como un voto de confianza presidencial para el 2017. Por eso convendría que la oposición disfrute de la victoria, pero con humildad y capacidad de generar un proyecto atractivo para los próximos años. La abstención debe ser un llamado de alerta. Se ha dicho que es un castigo para toda la clase política. Pero es probable que influya también en la baja participación -aunque esto es menos fácil de comprender- el hecho de que al normalizarse la situación política del país se percibe, con razón, de que las elecciones no afectan dramáticamente la vida de los ciudadanos, como sí ocurre en países con polarización evidente, como Venezuela. Sin embargo, es necesario saber que una democracia sin electores es un problema en el mediano plazo, y Chile ya arrastra hace bastante tiempo el descrédito de la política y la baja en la participación ciudadana.

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