cada 18 de agosto se conmemora la muerte del padre Alberto Hurtado, una de las figuras más relevantes de la historia de Chile en el siglo XX. Por ello, en nuestro país se vive el mes de la solidaridad, que muchas veces se confunde simplemente con realizar algunas acciones de ayuda hacia los más necesitados. Esto, siendo algo bueno, puede distorsionar ese concepto clave de un orden social justo.La solidaridad, efectivamente, implica un compromiso recíproco entre los miembros de una sociedad, la convicción de que no sólo importa el bien personal sino también el social, la certeza de que no hay contradicción entre avanzar en el propio desarrollo con procurar el progreso de los demás. Por eso una economía sana, y una organización política adecuada, exigen que esta dimensión esté presente.La mejor manera de contribuir a la comunidad es a través del propio trabajo profesional, hecho con calidad y sentido de servicio. Si cada uno de nosotros trabajara más y mejor, Chile sería una sociedad más justa. Esto requiere que haya muchas oportunidades de trabajo, una economía dinámica, posibilidades de perfeccionamiento y de estudio. Lamentablemente, en los últimos días hemos recibido dos noticias que nos deben hacer pensar.La primera es que la reforma previsional -el nuevo impuesto de un 5% que pagarían los empleadores- tendría consecuencias muy nocivas, como la cesantía de decenas de miles de personas, además de generar una detención en el aumento de los salarios reales. Ambos resultados hacen ver que la nueva carga la pagarían efectivamente los trabajadores, mientras que otros perderán su fuente de trabajo.La segunda es que Chile tuvo un crecimiento económico semestral de un 0,5%, el más bajo desde el 2009. Cuidar la economía y su expansión no es un tema meramente matemático o material, sino profundamente humano, precisamente porque una economía dinámica permite que las personas vivan mejor, que haya mayor progreso social.Chile requiere un consenso fundamental sobre el desarrollo económico y sobre una economía al servicio de las personas. Esto nos debe llevar a reconsiderar aspectos como la inversión, la creación de fuentes de trabajo, la calidad de los sueldos, el monto de las pensiones: todo ello debe orientarse al pleno desarrollo de cada miembro de nuestra sociedad. 

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