una de las principales promesas de campaña de la Presidenta Michelle Bachelet fue avanzar en la descentralización del país. La falta de capacidad de decisión en los territorios impide que se transformen en verdaderos polos de desarrollo, que permitan distribuir las oportunidades, en lugar de concentrarlas en la capital. El centralismo ahoga a Chile.Uno de los aspectos medulares en esa materia es la elección directa de los intendentes. Se trata de la primera autoridad de cada región. Se ha postulado la conveniencia de que esté dotado de la legitimidad que otorga el apoyo popular para que se convierta en un verdadero líder de su comunidad.De esta forma podría interpretar mejor el sentir de la gente ante el gobierno central, a diferencia de lo que ocurre hoy, que es exactamente lo contrario. El intendente es actualmente el representante del Poder Ejecutivo y, como tal, debe su cargo y reporta su gestión a la administración.La normativa que concretaría este cambio institucional se encuentra en trámite en el Parlamento. Su despacho ha demorado más de la cuenta, existiendo dos aspectos principales en discusión. Por una parte, el sistema electoral, vale decir si estos intendentes, que se llamarán gobernadores regionales, se elegirán por mayoría absoluta o bastará ser primera mayoría con algún porcentaje menor para evitar la segunda vuelta. Por otro lado, existen dudas respecto de las atribuciones que tendrán estas autoridades locales y su real poder para dirigir los servicios públicos a nivel local.Se trata, en definitiva, de tener autoridades con suficiente respaldo ciudadano y facultades institucionales para ejercer el liderazgo que se espera de ellos. Lo que no puede ocurrir es que tengamos una nueva autoridad meramente decorativa, sin capacidad real de enfrentar las necesidades de los habitantes de las regiones. Ello sería un paso en falso imperdonable. Por esto es que se requiere contar con una propuesta integral y madura que supere las objeciones existentes. 

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