Esta semana, el Gobierno dio a conocer una serie de medidas de apoyo a las personas y a las pymes que se vieron afectadas por las lluvias que afectaron tanto a la región de Coquimbo como a Atacama. Al igual que ha ocurrido en otras zonas y por otras emergencias, esta vez es el turno de nuestra región de recibir algunos de los mecanismos de los que dispone el Gobierno para ayudar a las personas que tuvieron algún daño.La declaración de zona de catástrofe en ambas regiones ha permitido facilitar algunas acciones que -sin duda- van en el sentido correcto, como la suspensión del cobro de intereses por contribuciones o condonaciones, dependiendo del caso, o la postergación de pago de cuotas de créditos hipotecarios con el BancoEstado. También se han facilitado algunos trámites como el pago o declaraciones del IVA.Pero surgen muchas dudas respecto de qué va a pasar cuando venga la nueva emergencia. Esta vez puede ser otro terremoto, otra lluvia o las heladas tras las precipitaciones. El cambio del clima es algo evidente hace ya años y pareciera que esos cambios son más rápidos que nuestras reacciones, por muy paradójico que esto suene.El ministro de Hacienda anunció en Santiago medidas que dispondrán el SII, Tesorería o BancoEstado en ayuda de las personas o las empresas que sufrieron daños con el temporal. Pero esta sensación de emergencia permanente es la que no deja de intranquilizar a las personas, a las empresas y a los gobiernos comunales.Esta es uno de las consecuencias más molestas de no tener una institucionalidad más robusta para enfrentar los efectos de los desastres naturales y de no tener una legislación que dé más atribuciones y poder a los gobiernos regionales. En cierto modo, esa es una de las deudas que tiene parte de la Nueva Mayoría al no llegar a un acuerdo para facilitar el proyecto de ley sobre elección de los gobernadores regionales.Las lluvias más intensas ya pasaron, pero ahora se prevén posibles daños a la agricultura debido a las heladas e inundaciones en los cultivos. Este es un sector particularmente afectado en nuestra región, antes por la sequía y ahora por las lluvias excesivas.Por todo esto tenemos que tener un debate con Santiago acerca de cómo hacemos para que las regiones no sólo estén más preparadas para responder a los desastres, sino que tengan luego herramientas más estables, más específicas y más pertinentes para ayudar a su gente, una vez que llegue el momento de reconstruir. De lo contrario, la “emergencia permanente” hará que la ciudadanía sienta que pese a la respuesta rápida a una catástrofe, la parte lenta es la reconstrucción y reposición de lo perdido porque siempre depende de Santiago. 

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