El día que el marinero Rodrigo de Triana avistó tierra no se imaginó la trascendencia que acarrearía su grito de ¡tierra a la vista!. Su interés y el de todos sus compañeros se basaba expresamente en la necesidad de llegar a tierra firme, alimentarse y obtener algún tipo de compensación por la proeza de navegar durante 72 días, superando diversos contratiempos. Por su parte, el Almirante Cristóbal Colón, quien era responsable de realizar la hazaña, exponía su prestigio al asegurar que lograría encontrar nueva ruta a la India. Suponiendo que lo había logrado, llamó indios a los indígenas de esas tierras.
 El positivo error de descubrir un continente desconocido para el marino, no sólo produjo cambios en la geografía mundial, en la historia y en el conocimiento del planeta, sino que también en la formación de una nueva raza, consecuencia de la unión entre hispanos y nativos.
Sobre los procedimientos aplicados por los españoles  durante la  conquista de los pueblos americanos, hay opiniones favorables y contrarias. Se generaliza sobre el interés 
material que los motivó para embarcarse a tierras lejanas, como lo habían hecho anteriormente la mayoría de navegantes, en otros mares, durante cientos de años; aun cuando las tareas oficiales encomendadas a ellos, eran la de civilizar y evangelizar a los nativos en la doctrina católica. 
En el proceso de transculturación entre el hispano y el indígena chileno se produjo la formación de una nueva raza, el mestizaje; eminentes genealogistas han concluido en sus estudios, que a lo menos el 90% de los chilenos tienen algún grado de consanguinidad  heredada de sus antepasados nativos, aun cuando en el norte chico fueron miles los indígenas muertos por la explotación laboral a que fueron sometidos, reducción que incluso provocó la falta de mano de obra en la agricultura y en la minería. 
Los mismos estudiosos de la genealogía han dicho, que producto de la endogamia que se inició durante la Conquista a lo largo del país, existiría parentesco entre la mayoría de los chilenos.
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