Aunque la democracia ha crecido en todo el mundo, no se puede decir que en todo el mundo haya gobiernos “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, según la definición clásica de Lincoln. En el siglo XX fue cuando más se avanzó en esta materia. Pero había un sinfín de dictaduras, desde América Central hasta China. Hoy, la peor dictadura-dictadura es sin duda la de Corea del Norte, de Kim Jong-un, tan sanguinario como arbitrario. Pero hay más. El régimen turco presidido por Recep Tayyip Erdoğan. Alcalde de Estambul (1994-1998), Primer Ministro (2003-2014) y Presidente desde entonces, es cada vez menos democrático, pese a la promesa secular y democrática que hizo en 1924 Kemal Ataturk.Erdogan está atrapado en un complejo contexto. Forma parte de la OTAN. Pretende entrar a la Unión Europea. Se ha alejado de Estados Unidos y acercado a Rusia. Tomó partido en la guerra civil de Siria. Todo lo cual exacerbó la agresividad de los grupos radicales. Según un cálculo periodístico, considerando las víctimas del atentado de Año Nuevo, son casi 350 las muertes producidas por actos terroristas en los últimos dos años. Los autores: el Estado Islámico (EI) o la organización armada Halcones de la Libertad de Kurdistán (TAK), una escisión del PKK, la guerrilla kurda. La respuesta de Erdogan ha sido de tolerancia cero. Ha acumulado, según el diario El País, “un poder personal al que falta poco para ser absoluto y que pasa por la represión de la disidencia, las purgas en el Ejército y el aparato de justicia y la persecución de los periodistas y los medios de comunicación no afines al régimen. En cuanto a la libertad de expresión, Turquía ha pasado en la clasificación de Freedom House de ‘parcialmente libre’ a ‘no libre’.Ciertamente no es lo que soñaba Ataturk. 

Autor

Imagen de Abraham Santibáñez Martínez

Secretario General del Instituto de Chile. Miembro de la Academia Chilena de la Lengua.Premio Nacional de Periodismo 2015

Otras columnas de este autor

 

 

 

X