La degradación es el peor castigo que puede recibir un militar. Peor que la pena de muerte. Peor que la cárcel. Lo más humillante es la liturgia castrense con que se oficializa.
El 5 de enero de 1895 el capitán Alfred Dreyfus, acusado por espiar a favor del enemigo, fue degradado en el Patio de Honor de la Escuela Militar en París. Lo rodeaban oficiales, conscriptos y civiles, cerca de 20 mil personas. En este escenario propio del circo romano, le arrancaron los botones, las bandas de los pantalones y las insignias de grado. En una dramática imagen que los diarios repitieron y que más tarde recreó el cine, el oficial a cargo tomó su sable y, colocándolo sobre su rodilla, lo partió en dos.
Dreyfus, confinado además a la Isla del Diablo, era inocente.
En Chile el tema de la pérdida del grado de oficiales del Ejército, ha estado de actualidad con motivo del juicio a la patrulla militar que quemó atrozmente a Carmen Gloria Quintana en 1986, y las noticias sobre la salud del general Manuel Contreras. “Va a morir sin pagar toda la pena y sufrimiento que hizo padecer”, dijo Carmen Gloria, agregando que “espero sinceramente que se arrepienta de todo lo que hizo”.
Distintos sectores estiman que procede la degradación de Contreras, condenado a más de 500 años de cárcel por violaciones a los derechos humanos. 
La bancada de diputados DC solicitó urgencia para un proyecto de ley de 2010 que establece la “degradación militar” para uniformados involucrados en casos de violación a los Derechos Humanos.
Mucho más directo, el presidente de la UDI, Hernán Larraín, fue enfático en señalar que el ex jefe de la DINA “no debería morir como General de la República…  Suena violento que no se degrade a alguien que no merece ese trato”.

Autor

Imagen de Abraham Santibáñez Martínez

Secretario General del Instituto de Chile. Miembro de la Academia Chilena de la Lengua.Premio Nacional de Periodismo 2015

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