En Chile el 21 de mayo tiene dos significados principales. El primero recuerda el día histórico de aquel lejano, pero siempre presente 21 de mayo de 1879, con la gesta de Arturo Prat en Iquique. El segundo, de acuerdo a lo establecido en la Constitución, es la cuenta que hace cada año el Presidente de la República ante el Congreso Pleno sobre el estado de la nación.
En el siglo XIX también existió este deber del Ejecutivo, pero la fecha establecida era el 1° de junio de cada año. La Constitución de 1925 estableció el 21 de mayo, precisamente por el suceso en la Guerra del Pacífico. Entre 1974 y 1989 esta tradición se interrumpió, pues el 11 de septiembre pasó a ser el día de los grandes discursos presidenciales, aunque sin Congreso Nacional vigente. La restauración democrática de 1990 trajo de vuelta la fecha patriótica que se mantiene hasta el presente.
Es evidente que el mensaje presidencial es mucho más que una cuenta. De hecho, cada gobierno aprovecha para hacer anuncios, sean proyectos de ley, destinación de recursos o iniciativas de otro tipo. Las noticias más relevantes en términos noticiosos son las promesas y no la rendición de cuentas. Los parlamentarios -con una coordinación ciertamente preparada- destacan los avances y anuncios si son gobiernistas, o critican los temas omitidos o las faltas que no se reconocen, si son opositores. La política parece tomar un nuevo aire, reaparece la vorágine legislativa y el Gobierno retoma la iniciativa.
Obviamente, los desafíos de Chile en el presente son muy importantes y no se resuelven con discursos o declaraciones. La recuperación del progreso económico parece una prioridad clara, pero no será fácil obtener resultados en el corto plazo. Por otra parte, superada la mitad del gobierno los partidos comienzan a concentrarse especialmente en los procesos electorales que vienen. Con esto, el Gobierno se irá haciendo menos relevante, pero nunca se podrá prescindir de él, menos si consideramos las características del presidencialismo chileno.
El 21 de mayo seguirá siendo una fecha especial, no sólo por los recuerdos históricos y los anuncios políticos, sino también por su relevancia republicana en tiempos de críticas autodestructivas desde el punto de vista institucional. 
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