Probablemente nosotros y nuestros hijos recordaremos por mucho tiempo lo que ocurrió en Chile en Octubre de 2019, el mes en que Chile cambió para siempre en tan solo una semana. Una semana que partió con condenables hechos de saqueo y violencia, pero que termina con millones de chilenos en las calles, manifestándose en forma pacífica y alegre por un nuevo pacto social. Entre medio, vivimos la angustia de muertes por parte de agentes del Estado, dos de ellos en la Región de Coquimbo, hechos por los cuales exigimos en la Cámara de Diputados se ejerzan las responsabilidades penales y políticas.

Durante los últimos 3 años, el piñerismo nos hizo creer que los chilenos estaban conformes con lo que Carlos Peña denominaba la modernización capitalista. Chilenos que habían salido de la pobreza en los últimos 30 años, y que se encontrarían cómodos en medio de la sociedad de consumo, presos de la apatía y la despolitización; que las reformas de Bachelet habían estado cargadas de ideologismo, y que a nuestros compatriotas les interesaba solo la seguridad y un espejismo de recuperar los niveles de crecimiento de los 90, siempre bajo la amenaza de la burda caricatura de Chilezuela. Lo cierto es que Piñera no solo no pudo concretar sus dos principales compromisos de campaña: mejorar el crecimiento y la seguridad, sino que también despertó una ciudadanía cansada de las AFP, las isapres, los aumentos de las cuentas domiciliarias y las inequidades en la distribución del agua, sobre todo en las localidades rurales. Algo de esto supo leer bien la Presidenta Bachelet al proponernos avanzar en la gratuidad en la educación superior, el término de la selección con recursos del Estado y una reforma al Código de Aguas, que aprobamos en la Cámara el 2016. Pero no pudo avanzar en una reforma previsional que decía no más AFP, incorporando mecanismos de solidaridad, porque la rechazaron a derecha y el Frente Amplio.

Como se sale de esto? A mi juicio con un profundo cambio de gabinete, y la revisión de un programa de gobierno que no dio resultados, y que ya quedó obsoleto; con una reforma de seguridad social en serio, que junto con aumentar el pilar solidario en forma significativa, genere solidaridad en favor de quienes jubilaron en paupérrimas condiciones bajo el sistema de AFP; con un aumento significativo al ingreso mínimo y con un impuesto a la concentración económica, propuesto por la DC, y que iría al corazón del problema. Pero también con la continuidad del proceso constituyente que se inició bajo el gobierno de Bachelet, bajo los encuentros locales auto convocados. Como Presidente de la Comisión de Constitución he manifestado mi plena disposición a iniciar el debate de la reforma constitucional que activa el mecanismo de generación de una Nueva Constitución, con un plebiscito de entrada o de salida, que permita tras 40 años tener una carta fundamental donde todos los ciudadanos nos sintamos representados, legitimada en su origen y contenido. Chile cambió, para siempre y para mejor.

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