Esta semana falleció a sus 80 años la militante comunista Alejandrina Segovia. “Alejita”, como la llamaban sus familiares, compañeros y amigos de Ovalle, partió sin obtener justicia para su marido, el dirigente del PC Oscar Cortés Cortés, uno de los 15 ejecutados políticos por la Caravana de la Muerte en La Serena.Oscar trabajó como sastre y en 1971 encabezó un comité sin casa que logró construir viviendas en la emblemática población Limarí de Ovalle.Desde el fatídico 16 de octubre de 1973 -cuando el ex general de Ejército Sergio Arellano Stark encabezó la matanza contra un grupo de detenidos en el regimiento Arica controlado por el teniente coronel Ariosto Lapostol Orrego-, luchó incansablemente para denunciar este brutal atropello a los derechos humanos y para castigar a los responsables de estos crímenes de lesa humanidad.Pero “Alejita” no es la primera que se va sin obtener verdad y justicia. Diferentes familiares han fallecido durante su larga lucha por terminar con la impunidad y para alcanzar la debida reparación de los tribunales.Luego de la decisión del ministro Mario Carroza de someter a proceso al ex comandante en jefe del Ejército, Juan Emilio Cheyre, en calidad de cómplice de las torturas y homicidios ocurridos en el regimiento Arica, los familiares han vuelto a confiar un poco en la justicia. Sus deudos esperan reunirse a comienzos de enero del 2017 con la Presidenta Michelle Bachelet para solicitarle que las instituciones del Estado traten a Cheyre como un ciudadano más y que no tenga privilegios por su alta investidura.Dora Cortés, la hija de “Alejita” y Oscar, continuará el ejemplo de su madre y de todos los familiares: No descansará hasta que los responsables sean condenados por sus crímenes. 

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