Es difícil saber cuál es el momento más importante de la historia de la Humanidad. Sin embargo, me parece que es posible afirmar que el nacimiento de Cristo es -sin lugar a dudas- uno de los sucesos más trascendentales de todos los tiempos. Sin ir más lejos, nuestro calendario sigue la división de antes y después de Cristo, lo que le da un carácter práctico y universal a ese acontecimiento. Pero el asunto es mucho más profundo, para todas las personas, aunque ciertamente resulta fundamental para quienes comparten la fe cristiana. Después de todo, Cristo fue muchas cosas: hijo de Dios, profeta, maestro, amigo, fundador de la Iglesia Católica, ejemplo. En cada una de esas circunstancias dejó enseñanzas, causó admiración (también envidia), enseñó a rezar, emocionó, provocó conversiones, permitió mirar las cosas desde una perspectiva diferente. Tuvo discípulos y detractores.Sus enseñanzas no eran tradicionales, incluso parecían curiosas. Dijo que era necesario perdonar a los enemigos, se mezcló con personas que el mundo condenaba hasta la lapidación, llevó a la práctica esa máxima de que no hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Trabajó en su hogar y predicó en los pueblos. Después murió en la cruz, ante la burla de algunos y el sufrimiento de su madre. “Pasó haciendo el bien”, como resumió la enseñanza bíblica.Una vez más al finalizar el año, la costumbre de siglos celebra el nacimiento de Cristo en el pobre altar de Belén. Una fiesta que en su origen es religiosa, pero que también se transforma en una reunión familiar, en una instancia para mostrar el cariño con los regalos (lo que deriva a veces en un consumismo lamentable). Si bien hay más viejos pascueros que pesebres, es difícil olvidar el sentido profundo de la Navidad cuando se piensa un poco, volviendo a los orígenes, mirando las cosas con otros ojos. Quizá este es un bueno momento para pensar en el nacimiento de Cristo, pobre, en Belén. No para apreciar en la distancia un hecho histórico de hace muchos siglos, sino tal vez para intentar comprender que desde esa realidad está llamando al mundo a vivir una vida cristiana, de heroísmo, entrega y alegría.

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