El Gobierno anunció que la próxima semana enviará al Congreso Nacional una nueva Ley de Migraciones. Se trata de un proyecto largamente esperado. La actual normativa data de la dictadura. Se han hecho intentos, desde el retorno a la democracia, por modificarla, sin éxito.La vigente Ley de Extranjería tiene objetivos y orientaciones propios de la época en que se dictó, en que primaba la doctrina de la seguridad nacional. Los extranjeros eran un riesgo potencial, podían venir a subvertir el orden y a propagar doctrinas consideradas peligrosas. Los tiempos han cambiado. El derecho internacional humanitario ha reconocido el migrar como un derecho humano. Millones de personas salen de su país de origen por razones de muy distinto tipo: familiares, económicas, laborales y también por catástrofes naturales y conflictos bélicos.A nuestro país han llegado, en los últimos años, muchas personas provenientes de otras naciones. A la inmigración tradicional de los países vecinos se han sumado ciudadanos, colombianos, haitianos y de otros países del subcontinente. También son cientos de miles los chilenos que en las últimas décadas –y especialmente durante la dictadura- han partido, han sido acogidos y han hecho su vida en tierras lejanas.Es la hora, entonces, de que nuestra legislación se ajuste a la nueva realidad, que pase de ser una Ley de Extranjería a una verdadera Ley de Migraciones, que contemple una institucionalidad más moderna, que acoja y brinde oportunidades y que establezca con claridad derechos y obligaciones para quienes deseen residir entre nosotros.Es la oportunidad, también, de realizar un debate serio y libre de prejuicios sobre el tema. Es tiempo de desterrar mitos como que los extranjeros vienen a quitar el empleo a los chilenos, a aprovecharse de la seguridad social o a delinquir. La inmensa mayoría de ellos son gente de esfuerzo, que ha dejado atrás su familia y amigos en busca de mejores horizontes y que vienen con el objetivo de mejorar su situación y aportar a nuestro país. 

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