En 1964, en las postrimerías del gobierno de Jorge Alessandri, cuando se creó el Instituto de Chile, se tomó como modelo el Instituto de Francia. Así lo reconoció el hombre detrás de la idea, el doctor Alejandro Garretón, quien sostuvo que “la imagen del Instituto de Francia, fundado a fines del siglo XVIII, ha sido una fuente de inspiración”.
Más de medio siglo después, el modelo se mantiene. Pero hay una realidad diferente.
Los revolucionarios cambios producidos en Chile y el mundo desde 1964 se reflejan en el surgimiento no imaginado de la sociedad del conocimiento.
La semana pasada, ante una concurrida audiencia, la Presidenta Bachelet puso énfasis en la contribución del Instituto de Chile en lo que viene: la creación del Ministerio de la Ciencia y la Tecnología.
Dijo: “La ciencia es siempre especializada y tiene sus objetos y lenguajes propios… pero además tiene una vocación social desde su origen: contribuir al desarrollo de las personas y de la sociedad en la cual existe como ciencia…. 
 “Hoy la legitimidad de las iniciativas sociales está en manos del veredicto ciudadano”.
Esto es muy exigente, pero es así, son los signos de los cambios que transitamos. Y la ciencia y las humanidades no podrán eximirse de esta tendencia.
 “No se trata de validarse sólo a través de resultados prácticos inmediatos… pero sí mediante el involucramiento con los desafíos del país, y de la comunicación abierta y transparente con la sociedad”.
También habló de la necesidad de una mayor participación femenina en estas nuevas tareas.
Se ha avanzado significativamente. El Instituto durante décadas fue un baluarte masculino. Ya no. En el auditorio que escuchó a la Presidenta estaba la astrónoma María Teresa Ruiz. 
Ella es, desde este año, la presidenta de la Academia de Ciencias.

Autor

Imagen de Abraham Santibáñez Martínez

Secretario General del Instituto de Chile. Miembro de la Academia Chilena de la Lengua.Premio Nacional de Periodismo 2015

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