Un nuevo fenómeno natural ha azotado a la región. Como se había pronosticado y alertado, lluvias de gran intensidad, equivalentes a alrededor de un año, cayeron en sólo algunas horas en sectores precordilleranos y valles transversales.El saldo, aún impreciso al momento de escribir estas líneas, involucra muertos, lesionados y daños materiales. Inmuebles, plantaciones y lugares de trabajo inundados. Calles y carreteras anegadas. Infraestructura pública destruida. Ríos, esteros e incluso embalses, como Recoleta, completamente desbordados.Si bien se realizó un acucioso trabajo previo de identificar los puntos críticos, adoptar resguardos y alertar a la población, la naturaleza es imprevisible. El caudal de las aguas se mostró incontenible. Las imágenes son increíbles para lugares donde hace sólo algo más de un año veíamos una aguda sequía.Como en ocasiones anteriores, será necesario tomar las medidas para superar la emergencia y recuperar la normalidad, particularmente en la conectividad, al tiempo de atender a quienes han resultado damnificados.Asimismo, deberán cuantificarse los perjuicios y buscar apoyar a los productores afectados.También es imprescindible seguir fortaleciendo las capacidades locales ante las emergencias. Un país que, lamentablemente, se ve expuesto en forma tan permanente a estos sucesos, debe disponer de recursos humanos y materiales para enfrentarlos, en todas sus regiones, con la celeridad y suficiencia que se necesita. No es tarea de un gobierno. Es un esfuerzo sistemático en el tiempo de muchas administraciones para ir complementando y actualizando lo existente, hasta que logremos contar con un nivel de respuesta solvente. Hemos avanzado mucho. Debemos continuar mejorando.Por último, resulta imperioso seguir impulsando la investigación científica respecto de nuestro territorio y los efectos que significa el cambio climático. Ciertamente, estamos viviendo una serie de hechos inusuales que sólo podremos enfrentar en forma adecuada, estudiándolos en profundidad. 

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