Este no fue un año normal, al contrario, si tuviéramos que definirlo o ponerle un nombre no podría ser otro que “annus horribilis”, como alguna vez definió la reina Isabel II el año 1992, época en la que tres de sus cuatro hijos se separaron. En Chile no hay monarcas en apuros, pero si una elite y un pueblo que no logran sintonizar, para enfrentar juntos una pandemia que no para de traernos desagradables sorpresas, que nos tiene ad portas de pasar una navidad y año nuevo como nunca la pensamos vivir.

La regla en las columnas de opinión, las prédicas y los lugares comunes en esta época del año, es criticar el consumismo y la pérdida del sentido familiar de estas fiestas. Hoy en cambio, no es solo el consumismo el tema -de seguro lo habrá, sobre todo con el segundo retiro del 10% - sino el temor, el terror y la angustia de contagiarnos nosotros o nuestros padres, hijos o amigos con esta pandemia maldita, que nos envuelve, amenaza y que nos impide lo más básico: vernos, abrazarnos, estar juntos con los que queremos y con los otros también.

Una fecha que en nuestra cultura occidental hace mucho que dejó de ser una fiesta religiosa, para transformarse en una instancia para compartir con las familias, sin importar si sabemos o creemos en la celebración cristiana original; hoy está amenazada. No es la amenaza de la pérdida de valores ni el manoseado consumismo, ni siquiera si estaremos con los nuestros en navidad y año nuevo, es la sutil sensación que día a día se agiganta, de no saber lo que vendrá.

Hoy noticias alentadoras nos llegan de otras latitudes; una, dos y tres vacunas prometen inocularnos la cura muy pronto, se avizora la luz cegadora que nos hará olvidar estos días de distancia, de mascarillas y pesares. La tarea prioritaria es cuidarnos, no podemos hacer mucho más, cuidarnos y no olvidar nunca que la naturaleza es más fuerte y presente que mil tecnologías, riquezas, poder y avances de cualquier tipo.

En unos días más, cuando celebremos la noche buena en familia y el año nuevo 2021, no debemos olvidar que este “annus horribilis”, también es una oportunidad de crecer. Ahora sabemos y vivimos en carne propia, la importancia de las cosas simples y sencillas, pasear libremente por la calle a la hora que queramos, compartir con la gente, ir a conciertos, al cine, al supermercado sin miedo a los otros. Superaremos la pandemia, la olvidaremos, será una anécdota más en nuestras vidas, pero debemos sacar lecciones, para la próxima…

 

Carlos Schneider Yañez

Odontólogo y Magister en Gestión en Salud

Universidad de Chile

M.B.A. Tulane University (USA)

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