La muerte de Patricio Aylwin (1918-2016) ha representado uno de los momentos más interesantes de la política y la historia chilena de las últimas décadas. De alguna manera fue regresar al pasado, a través de uno de los actores fundamentales en la crisis de la democracia previa a 1973, en la lucha contra el gobierno de Pinochet y en la consolidación institucional de fines del siglo XX.
La primera vez que vi a don Patricio fue a mediados de la década de 1980, cuando visitó La Serena en el contexto de la apertura democrática de aquellos años. Entonces yo procuraba estar en los diferentes encuentros políticos, como una forma de conocer y comprender el tiempo histórico que me tocaba vivir. Fue un evento en el desaparecido Teatro Nacional, organizado por los partidos de la oposición y donde hablaron varios dirigentes. Uno de ellos fue precisamente Aylwin. 
Todavía recuerdo sus primeras palabras: “Estamos aquí, reunidas, personas que no pensamos en todo lo mismo”. Era verdad, socialistas y demócratas cristianos -adversarios durante la Unidad Popular- habían formado una coalición opositora destinada a ser gobierno por dos décadas, y que tendría en Patricio Aylwin al primer Presidente de la República del regreso a la democracia.
Es evidente que se pueden tener posiciones disímiles sobre la actuación de un estadista, una mezcla de juicios críticos con reconocimientos, adhesión decidida o bien escepticismo. El tema de fondo no es ese, no es la política como ámbito legítimo de disputa por el poder, sino que un país necesitado de signos republicanos que lo dignifiquen y contribuyan -como destacó Renán Fuentealba, en su discurso en el funeral de su camarada- a que impere “la paz, la justicia y la libertad”. 
Ocurre que estos son objetivos compartidos por personas de diversos sectores, propio de quienes aman a Chile y procuran el bien de su pueblo. Quizá por esto uno de los aspectos más notables en los días posteriores a la muerte de Patricio Aylwin ha sido la valoración transversal de la importancia de la unidad nacional y de los acuerdos patrióticos por el bien de la patria. Sin duda, un momento importante para recordar, para proyectar, para volver a creer.
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