Los Presidentes de la República,  legítimamente,  llegan a La Moneda con un programa,  proyectos a implementar,  equipos de trabajo.  Quienes pierden la elección deben esperar otra oportunidad para llevar adelante sus propias iniciativas.Sin embargo,  hay temas que debieran quedar fuera del ámbito discrecional de cada administración,  para pasar a ser temas nacionales,  propios de lo que podemos llamar políticas de Estado, es decir,  no partidistas. En esto a Chile le falta mucho por aprender y por hacer. Un área donde esto debiera ser claro es la administración pública: los funcionarios políticos (incluyendo a los operadores de siempre)  deben disminuir progresivamente,  para llegar a tener en las diversas tareas a personal capacitado,  que trabaje por el bien común con prescindencia de quien gobierne.Hay temas que deberían tener categoría de políticas de Estado, en los que podemos destacar el caso de los niños.  La promoción y protección de la infancia no puede ser una caja pagadora de favores políticos,  secuestrada por un partido, ejercida sin profesionalismo. Los niños son demasiado importantes y crisis vergonzosas como el SENAME debieran llevarnos a pensar en serio en la despolitización institucional, para convertir a los niños en prioridad nacional. Un tercer aspecto podría ser una política seria de regionalización,  en un país demasiado centralista. Esto debería apuntar a dejar de lado los cálculos electorales y los malos diseños de elección popular de autoridades regionales,  para apuntar a un apoyo sistemático a las universidades regionales y la promoción del capital humano a lo largo del país. Nada de esto será posible si no hay un cambio de perspectiva al mirar los desafíos de Chile para los próximos años.  Separar la lucha política diaria de los grandes problemas nacionales es un buen comienzo para pasar de la política partidista a las políticas de Estado. 

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