La última semana de septiembre la presidenta Michelle Bachelet presentó el presupuesto para el 2016, anunciando un aumento de un 2,7%. Destaca el incremento de un 10% en la Pensión Básica y el Aporte Previsional Solidario. En términos conceptuales, la Presidenta enfatizó la responsabilidad en el manejo de las cuentas fiscales, que se ha interpretado como un triunfo del ministro de Hacienda Rodrigo Valdés. Sin embargo, parece más un deseo de bajar las expectativas que la realidad de los últimos años, caracterizados por una expansión del gasto y por promesas que no se relacionan con el pobre crecimiento económico real del país.Hay anuncios que pueden resultar atractivos a primera vista, como el  aumento en 55% de los recursos para la educación superior gratuita, pero sigue teniendo letra chica y discriminación en su aplicación. En esta materia sería mucho más decisivo para Chile una política revolucionaria y generosa para desarrollar cinco o diez universidades regionales de nivel internacional en un plazo de no más de una década. Eso requiere decisión y convicción regionalista, que escapa del discurso demagógico y que piensa a Chile en serio.Igual cosa debería ocurrir en materia de viviendas, pensando en terminar con los campamentos, que se han incrementado en los últimos años. Esto es una urgencia social que clama al cielo y que no se aborda con el sentido de urgencia que tienen otras preocupaciones estatales. Lo mismo cabe decir en materia de salud, considerando que los más pobres tienen acceso limitado, atenciones lentas e incapacidad del sistema para atender bien a la población, aunque el anuncio de nuevos especialistas en la red estatal es una señal correcta, aunque insuficiente.Sin embargo, el sistema no mejorará si no se cambian algunos elementos. El primero es detener el despilfarro de recursos por el incremento de numerosas y bien pagadas contrataciones en el Estado, muchas veces innecesarias o asociadas a compromisos partidistas; el segundo es revertir las prioridades equivocadas, que postergan urgencias sociales por gastos menos relevantes; el tercero adecuar empresas estatales con gran potencial, a través de una lógica más eficiente y que no responda a lógicas políticas; por último, la economía debe volver a crecer como antes, por el bien de los chilenos. 

X