movimiento de población que consiste en dejar el lugar de residencia para establecerse en otro país o región, generalmente por causas económicas o sociales... Ahora que está de moda este tema, ya que según cifras extraoficiales hay 600.000 extranjeros en nuestro país (no sé desde qué fecha) y eso se nota caminando por cualquiera de nuestras ciudades. ¿Qué pasa?Lo que sucede, mis estimados y leales lectores, es que desde afuera nos ven muy bien. Estabilidad económica, política, seguridad, etc. Plop, dirán ustedes, exigimos una explicación mientras seguimos peleándonos unos con otros. Ojo. El nivel educacional de estos nuevos habitantes es superior al chileno, según informaciones del Gobierno. Eso significa que entran a competir en el mercado laboral nuestro. A ponerse las pilas ya que la demanda de trabajos será satisfecha en gran parte por estas personas a las cuales hemos acogido en aras de la globalización. Por tanto, a superarse y no quedarse dormidos. Y eso se ve en cualquier campo de las actividades laborales, tanto en trabajos físicos como intelectuales ¿o no dice usted? También tenemos extranjeros de mala calidad. Allí están los robos, asaltos y el famoso sistema de préstamos hormiga gota a gota que comienza con poco y luego  no puedes pagar y entonces… el apremio físico, como en las películas. Dese una vuelta por la feria y verá. En lo positivo, la gran mayoría de estos extranjeros dará un aporte al país y de paso cuentan con apoyo preferencial en los temas de salud, vivienda y educación. Es bueno que el legislador, aunque reaccione tardío, como en muchas ocasiones sucede, se preocupe y regule este tema que va en explosivo aumento. Lo que sucede, señor, es que somos los “norteamericanos de América del sur”, me dice un bombero del servicentro. Aquí está lleno y trabajan por poca plata. En fin. Como ven, mis estimados lectores, la regulación no será fácil. 

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