Por Abraham Santibá... el Mié, 08/06/2016 - 18:06
La presentación de una querella por injurias y calumnias contra la revista Qué Pasa, representa una derrota para el esfuerzo por la autorregulación ética de periodistas y medios de comunicación. Desde que el Colegio de Periodistas dio a conocer su primera Carta de Ética, hemos proclamado que la mejor defensa de la libertad de expresión reside en el respeto voluntario de normas basadas en el reconocimiento de los “valores compartidos” de la sociedad. Ello incluye, obviamente, una sanción (moral, no pecuniaria) ante excesos y abusos.
A partir de una reflexión ética, la exigencia fundamental es el respeto a la dignidad de las personas (cualesquiera sean su rango social o calidad moral) y la búsqueda deliberada de la verdad informativa. Juzgar su cumplimiento tiene matices y es necesario tomar en cuenta aspectos propios del trabajo de los medios, como las horas de cierre o las limitaciones del espacio.
En esta perspectiva, una querella por injurias y calumnias debería ser el último recurso. No el primero.
Desde el retorno a la democracia se ha avanzado considerablemente en la creación de conciencia sobre estos principios. El Consejo de Ética se ha pronunciado fundadamente en más de 200 oportunidades respecto de denuncias por faltas éticas en los medios. El Tribunal del Colegio de Periodistas ha recibido menos reclamos, pero ha hecho un notable esfuerzo por enjuiciar la responsabilidad de los profesionales, en especial en lo referente al tratamiento de violaciones a los derechos humanos durante la dictadura.
La querella presidencial representa un lamentable retroceso para quienes privilegiamos la responsabilidad ética. Es un triunfo de una visión predominantemente legalista y jurídica. Pero no garantiza un mayor respeto por la dignidad de las personas o por ese valor, que no todos parecemos apreciar debidamente: la verdad.