Hace unos días, falleció don Emilio Eduardo Estay, luego de más de 100 años en su paso por este mundo. Padre de 7 hijos y numerosos nietos y bisnietos. Elquino de tomo y lomo, con las características de los esforzados hombres del campo y muy citadino como caballero bien plantado. Emprendedor exitoso desde su muy temprana juventud, supo luchar y salir adelante con sus emprendimientos, cuando aún no se inventaba esa palabra, sino que se medía por los frutos y éxitos, no ausentes de fracasos, pero con una constancia a toda prueba, muy propia de su carácter. Conocí a don Eduardo cuando llegué a esta hermosa ciudad de La Serena y en mi trabajo compartí labores con uno de sus hijos, distinguido abogado, con quien, a pesar de la distancia, hemos mantenido una férrea amistad. Don Eduardo era un excelente consejero y con él compartimos muchas cosas y desde luego aprendí variadas experiencias y escuché sus sabios consejos. Lo recuerdo con mucho aprecio y vi en él a un hombre de principios, quizás discutido por algunos, como todos los humanos, pero con la sapiencia del hombre del valle del Elqui, donde vivió gran parte de su vida  desarrollando trabajos agrícolas y vitivinícolas, entre otros.Es cuestión de conocer la historia. Los hombres pasan, pero sus obras y herencias de vida quedan en el corazón de sus hijos y nietos y desde luego en la mente de los que lo conocimos y admiramos. Desarrolló, igualmente,  actividades comerciales en La Serena, las que aún se mantienen en manos de alguno de sus hijos. Me agrada resaltar las condiciones y enseñanzas que dejaron varios hombres que han pisado esta tierra. Es posible que se me hayan olvidado algunos, pero como don Eduardo han constituido una legión de personas que bien merecen ser considerados verdaderos hijos de ella y quizás merezcan medallas póstumas.  

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