Los estudiantes de la Biblia sostienen enfoques diferentes en cuanto al trabajo y la economía. Algunos creen, acertadamente, que la Biblia favorece y promueve un sistema de propiedad privada y de responsabilidades individuales. Otros apoyan una forma de economía colectivista. Si quiere profundizar en este punto, le invito a que lea: “La propiedad privada a la luz de las sagradas Escrituras”.
Bajo el colectivismo, todos los bienes y los medios de producción son propiedades controladas por la sociedad (la comunidad, colectividad). Por supuesto, sin el libre mercado de la oferta y la demanda, alguna persona o grupo de personas tendrá que planificar la economía. Esto abre la puerta a la planificación central totalitaria.
Ahora bien, para la planificación central del trabajo, todos los miembros de la colectividad tendrán que permitir a los planificadores el tomar todas las decisiones acerca de lo que debe ser producido, cultivado, fabricado, etc. En esto, los planificadores también deben poseer el derecho a decidir qué cantidad de cada artículo se producirá y por cuánto tiempo. Por lo tanto, no es de extrañar que en el pasado, los errores de cálculo, la ineptitud, la ineficacia y la indiferencia, por parte de los planificadores, haya resultado en la muerte por inanición de millones de personas.
Así también, hay que señalar, que un gobierno colectivista-centralizado otorgará el poder suficiente a la clase dominante para dirigir la violencia y la persecución contra las amenazas potenciales del sistema, siendo todo esto patrocinado por el Estado. La historia contiene muchos ejemplos de ese tipo de persecución dirigida contra personas sobre la base de las diferencias políticas, étnicas y religiosas. Junto con los millones de personas que han muerto de hambre o han sido deliberadamente asesinadas por su forma de pensar. Con la Biblia abierta, es inevitable afirmar que las filosofías gubernamentales colectivistas no proporcionan “la libertad”, sino la esclavitud a una clase dominante.
Los cientos de años de experimentos con sistemas económicos centralizados y colectivistas, sólo han terminado en fracaso y tragedia. El fascismo, el nazismo, y el comunismo confiaron en las ideas fracasadas del socialismo y de la evolución darwiniana. Sus fracasos catastróficos están documentados en el libro de Igor Shafarevich “El Fenómeno Socialista”, el libro de Ludwig von Mise: “Socialismo”, y el de Joshua Muravchik: “El Cielo en la Tierra: El Surgimiento y Caída del Socialismo”, entre otros. Pero, a pesar de la Historia, en cada generación, están los idealistas que abrazan, por ejemplo, el socialismo. Su sueño utópico les impide aceptar la evolución lógica del socialismo al comunismo. No obstante, Marx, Engels y otros, bien entendieron la inevitabilidad de esta transición, y la historia contiene muchos ejemplos trágicos de tal transición. Desde los escritos de Marx y Engels, muchos países han experimentado con diversas formas de socialismo y en todas partes se ha fracasado. Curiosamente, incluso con la evidencia de la historia, todavía hay personas, y naciones, que están dispuestos a intentarlo de nuevo. El orgullo de algunos, les lleva a creer que el socialismo sólo funcionará si ellos son los que lo ejecutan. Su razonamiento es que el socialismo ha fracasado en el pasado sólo porque las personas equivocadas lo han proyectado. Así también, varios idealistas de la actualidad ignoran el hecho de que el propio concepto de socialismo es inherentemente defectuoso y contrario al modelo económico de Dios. Según las Escrituras, Dios ordenó funciones específicas para el Gobierno (Rom. 13:3-4, 1 Tim. 2:2, 1 Ped. 2:14), pero sin responsabilizar al Gobierno de la producción de alimentos y el férreo control económico.