El exministro del ex Presidente Sebastian Piñera y actual presidente de la Asociación de Administradoras de Fondos de Pensiones, AFP, Rodrigo Pérez Mackenna, señaló que la “jubilación de mujeres a los 60 años es un acto de galantería que cuesta caro”. Luego, debió disculparse.
Es valorable el gesto de retractarse, aunque sus explicaciones hayan carecido de la contundencia de sus dichos iniciales. Más aún, buscó relativizar la frase, reorientando el debate hacia la situación de las pensiones de las mujeres.
Aludió a un problema real. Las mujeres obtienen pensiones de muy bajo monto. La pensión de vejez promedio para el retiro programado alcanzaba el 2015 a los $152.929 para los hombres. Para las mujeres sólo llegaba a $98.585.
Sin embargo, el exministro equivocó su análisis, al menos en dos aspectos. En primer lugar, ha adjudicado el hecho que las mujeres puedan jubilar hoy a los sesenta años -cinco antes que los varones- a un acto de galantería, vale decir una especie de halago sin mayor explicación y que, por tanto, cabría retirar en cualquier momento. No es así. Históricamente esta diferencia surge como compensación a la maternidad y al trabajo doméstico. No cabe asociarlo a una mera concesión. No es justo para las mujeres, que suelen agregar a su trabajo remunerado buena parte de las labores del hogar. 
El segundo error de Pérez Mackenna está en apuntar sólo a esta diferencia en la edad mínima para explicar las menores pensiones de las mujeres. Evidentemente es un factor, pero de varios que no son considerados por el actual sistema. También deriva del menor acceso al mundo del trabajo, de la brecha salarial, de la enorme cantidad de mujeres trabajadoras por cuenta propia, de que la sociedad cargue sólo a la mujer la maternidad, de la aplicación de tablas de mortalidad que terminan perjudicándola, por nombrar algunas. 
Si vamos a abordar las deficiencias en la situación previsional de la mujer, hagámoslo desde la perspectiva correcta e íntegramente. 
No desde la caricatura.
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