Cuando asumió la Presidencia de Estados Unidos, el 4 de marzo de 1933, Franklin D. Roosevelt se fijó un plazo de cien días para demostrar su voluntad de cambio. Su “Nuevo trato”, el vasto programa destinado a sacar al país de una profunda crisis económica y social, debía iniciarse sin demora. Y así lo hizo.Desde entonces, este legendario período se ha convertido en bandera de lucha en todo el mundo. En octubre pasado, en Gettysburg, Donald Trump, como candidato, esbozó sus planes para los primeros cien días a su llegada a la Casa Blanca. Como todavía faltaba para la elección, pocos lo tomaron en cuenta. Pero Trump, mejor hombre de negocios que político, triunfó y siguió adelante. Después del 20 de enero empezó a poner en práctica sus ideas. A algunas les faltaban detalles importantes y otras carecían de apoyo político incluso entre los republicanos. En su manejo de las relaciones internacionales ha mostrado ignorancia. Al mismo tiempo, sin embargo, ha mostrado una flexibilidad inesperada: no solo habló con Putin. También lo hizo con el presidente chino Xi Jinping y se comprometió a mantener la política de una sola China que parecía haber descartado.Antes de cumplir su primer mes en el poder, el nuevo presidente norteamericano ha mostrado sus cartas: su empecinamiento, su desconocimiento en algunas áreas fundamentales y su menosprecio absoluto por las normas básicas de convivencia internacional. Es lo que alienta las especulaciones acerca de que su futuro sea incierto. Pero todavía está lejos de lo ocurrido con dos de sus antecesores sometidos al proceso de impeachment. Andrew Johnson se mantuvo en el cargo en 1868 porque faltó un voto para la mayoría de dos tercios. Bill Clinton también sobrevivió en 1998, cuando superó varios cargos graves por simple mayoría. ¿Cómo le iría a Trump en un caso parecido? 

Autor

Imagen de Abraham Santibáñez Martínez

Secretario General del Instituto de Chile. Miembro de la Academia Chilena de la Lengua.Premio Nacional de Periodismo 2015

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