Herencia de una deformación cultural, la violencia intrafamiliar es un problema fundamental  a resolver,  en la gestión de la ministra directora nacional de Sernam, Claudia Pascual.
Su decisión de devolverle la dignidad  a la mujer agredida se trasunta en su declaración de principios. “No hay ninguna razón por la que una mujer deba ser agredida, ni porque el marido o la pareja tuvo un mal día; ni porque me fue mal en la pega, ni porque el almuerzo no está a la hora, ni tampoco porque la plata no alcanza, o algún niño se portó mal en la escuela”.
Menos, dice Claudia Pascual, porque  algún agresor sostenga que “estaba curado” o “se me pelaron los cables y la maté”
Y su declaración de principios cuando asume como ministra de Sernam se traduce en acciones concretas, entiende que esa lucha debe ser también parte de la sociedad organizada.
Es por eso que en Coquimbo se lanzó el programa de monitores de prevención de violencia en contra de la mujer.
Al término de muchas  horas de capacitación, se les entregó un manual, con el que deben conducirse en la concientización, para contrarrestar la tendencia que marca a nuestra sociedad: la violencia de género.
Se pretende que el tema sea conversado en las juntas de vecinos, en las agrupaciones de adultos mayores, en los colegios e ir estableciendo las causas, para accionar rápidamente en la prevención.
Se trata de recurrir a Carabineros, o a la PDI, o a Sernam.
Fueron veinte personas y no solamente mujeres, también hombres que están en esta  tarea de trabajar codo a codo con la mujer para igualar sus condiciones de vida.
En el país se ha capacitado un millar de personas, que tienen el mismo propósito: prevenir y conjurar la violencia intrafamiliar.
Porque indigna y es infame los 15 femicidios ocurridos el 2015, y 112 delitos frustrados en ese mismo año.
Indigna también que a un confeso de intento de femicidio en la persona de Karen Pizarro y condenado por cinco años, su pena le sea conmutada  por libertad vigilada intensiva, por el supuesto atenuante de infidelidad.
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