Por largos años la derecha rechazó las modificaciones constitucionales y legales que  permitieran el voto de los chilenos en el exterior. Se cuestionaba que pudieran participar en elecciones personas que no tuvieran, según los críticos, relación concreta con el país. Había más bien un cálculo electoral. Se pensaba que podían decidir una elección estrecha y se suponía algún sesgo en esos votantes, derivado del exilio de los 70 y 80’s. Lo cierto es que la realidad y las características de quienes viven en el extranjero es hoy muy variada.La nacionalidad es un vínculo permanente. El voto es una consecuencia de la ciudadanía. Ninguno se pierde por no residir en el territorio. La relación emocional con el país se fortalece en el exterior. Lo vemos a menudo en el cariño con que tantos compatriotas reciben a nuestras delegaciones culturales y deportivas. Además, es evidente que existen vínculos mucho más relevantes que los económicos. Hay parientes y seres queridos en Chile. Por lo demás, parece insólito que dejemos sin derecho a sufragar a quienes quieren hacerlo, mientras tantos, estando en el país, no concurren a las urnas.El proyecto que modifica la normativa electoral y del servicio exterior para permitir el voto de los chilenos que residen en el extranjero, acaba de culminar su trámite en el Congreso Nacional. Con ello se ha sorteado el último escollo y nuestros compatriotas podrán votar en las próximas elecciones presidenciales.Para participar sólo se requerirá un trámite administrativo: indicar ante el consulado o ante la Jefatura Nacional de Extranjería y Policía Internacional de la PDI, el domicilio electoral en el extranjero. Se realiza sólo una vez. Debe repetirse en caso de cambio de domicilio. Es una regla mínima de orden, atendido que a diferencia de los residentes en Chile, el sistema no cuenta con información suficiente de trámites y actuaciones para suponer una residencia electoral.  Se salda una de las mayores deudas de la democracia. 

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