• Poder detectar cuando un menor está siendo víctima de maltrato es clave para que no tenga daños psicológicos permanentes.
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Desde la Superintendencia de Educación valoran el que los requerimientos en general hayan bajado un 26% en relación al año pasado. Pero diversos actores se muestran preocupados por la tendencia de que sean los alumnos los que, de acuerdo al número de reclamos, estén siendo vulnerados psicológicamente por los trabajadores de los establecimientos.

Preocupantes cifras fueron las que entregó la superintendencia de educación a nivel regional. Desde la entidad informaron sobre las denuncias recibidas este año, hasta julio del 2019 y lo que más llamó la atención fue que en el primer lugar de los reclamos se ubican los que tienen que ver con maltratos de adultos –trabajadores de los establecimientos educacionales- hacia los alumnos, en materia psicológica sumando 56 denuncias de un total de 143. En el segundo lugar se encuentra el maltrato físico entre alumnos (46 denuncias); luego el maltrato psicológico entre alumnos (25 casos), y, por último el maltrato físico de un adulto hacia un alumno (21 situaciones, ver gráfico). 

Para el director de la Superintendencia de Educación de la Región de Coquimbo, Julián González,  “primero hay que valorar lo positivo”, que tiene que ver con que los requerimientos en general disminuyeron en un 26%, es decir hubo menos denuncias. “Este importante avance se debe principalmente a que las comunidades educativas ya están más empoderadas y se han dado cuenta que el tener una buena convivencia escolar los va a llevar, incluso a mejorar sus resultados académicos”, expresó. 

Respecto al porqué han aumentado las denuncias de maltrato psicológico de adultos hacia alumnos, González cree, en lo personal, que los estudiantes también están muy bien empoderados en sus derechos, “y no aguantan que el inspector los grite, o les esté llamando la atención, y lo mismo con los profesores. En general estas son situaciones que son parte de la convivencia diaria, y los apoderados lo toman como que hay una persecución contra el niño, y lo denuncian. Pero esto generalmente se resuelve con una mediación, y en muy pocos casos hay alguna sanción a los establecimientos”, manifestó. 

Un duro testimonio

Si bien Julián González expresa que la mayoría de estos casos no son graves, quisimos buscar uno que ejemplificara la tendencia y encontramos el de “Laura”. Aunque su experiencia data de hace dos años, la marcó para siempre. Ella fue víctima de maltrato y no precisamente por parte de sus pares, sino que por una profesora de educación física. La adolescente tenía 13 años en ese momento y cursaba octavo básico en un colegio del centro de La Serena.

Había llegado a la región el 2017, debido a que trasladaron a su padre, quien trabaja en el rubro minero. Siempre fue alegre, “el alma de la fiesta”, dice su madre, pero al llegar a la zona, con el transcurrir de las semanas, algo cambió, “Laura” no era la misma de siempre.

“Empezó a llegar triste del colegio. Eso fue lo que más me llamó la atención. Antes de que pasara todo esto, ella se sacaba la mochila, se quedaba en el comedor, viendo televisión y escuchando música en el celular, pero de un día para otro, llegaba a la casa y ni siquiera saludaba, pasaba derechito a la pieza a encerrarse”, cuenta la madre de la adolescente, quien accedió a conversar con nuestro medio con la condición de no revelar su identidad. 

Intentó hablar con su hija, pero no tuvo respuesta. Le decía que no le pasaba nada, lo que claramente no era cierto ya que ella estaba siendo testigo de sus cambios de conducta. 

Pero la menor ya no pudo seguir ocultando el tema que la aquejaba. Una tarde, tras salir del establecimiento, llegó a su casa llorando y se abalanzó sobre los brazos de su madre. “Ya no aguanto más”, le dijo, y le contó lo que estaba sufriendo en el recinto escolar.

“Lo que pasa es que ella es gordita. Siempre lo había llevado bien, y no habíamos tenido problemas, pero acá se encontró con una persona, que yo no puedo llamar profesora, por respeto a las demás profesoras que hizo una serie de comentarios sobre su condición física. Una vez hasta le dijo un sobrenombre”, relata la mujer, quien al conocer la situación fue al colegio con su marido, y al no tener una respuesta satisfactoria recurrió a la superintendencia de educación. “Creo que el colegio fue sancionado, pero eso es lo de menos, el daño ya estaba hecho”, cuenta la madre. 

“Un fenómeno complejo"

La psicóloga infanto juvenil, Marisol Urrutia, no se muestra sorprendida con el hecho de que sea el maltrato psicológico el que registra mayor cantidad de denuncias. Lo que sí le parece “un tema a analizar es el que”, tal como sucedió en el caso de “Laura”, que venga desde los adultos hacia los niños. “Lo que uno tiende a pensar es que en general el maltrato es entre pares, de alumno a alumno, sobre todo con las distintas herramientas que existen hoy en día, como las redes sociales que son muchas veces mal utilizadas, pero sorprende que estas denuncias sean dirigidas a los adultos que trabajan en los colegios, que más bien debiesen ser los llamados a resguardar el orden”, especifica Urrutia. 

Pero expresa que aquí influyen múltiples factores, que tienen que ver también con la normalización de la violencia entre los mismos pares, “lo que lleva a que muchas veces los niños oculten las cosas y no lleguen a hacer denuncias contra los compañeros. Claramente debe haber una cifra negra en esa línea. Además, en una etapa escolar, necesitan socializar, y prefieren no informar. Bajo esa lógica, es más fácil denunciar a un adulto”, expresó la psicóloga. 

Profesores con cautela

El presidente del Colegio de Profesores de La Serena, Mario Sánchez, coincidió con Urrutia en que existen varios factores que influyen en esta realidad –que los alumnos estén denunciando más a los profesores que a sus pares- pero hace la salvedad en que muchas de las situaciones no llegan a término.

“Muchas de las denuncias que se reciben en este sentido, son en el contexto de la rabia de algún apoderado por algún hecho, y cuando se investiga, resulta que el profesor o el asistente de la educación no había cometido ninguna falta. Entonces, hay que ponerse en ese plano también”, precisó el dirigente del gremio. 

Pero no desconoció que es algo que se está dando cada vez en mayor medida y en lo que también influyen los cambios del sistema educativo. “Lo que antes no se tomaba como maltrato, hoy día sí lo es. Los mismos adultos de nuestra época dicen ‘oye, nadie fue al psicólogo porque le gritaron ni nada’, hoy día sí. Hoy un grito o alzar la voz sí puede ser considerado como maltrato, entonces los profesores debemos tener mucho cuidado”, puntualiza. 

¿Una evolución?

El sociólogo Cristóbal Reyes, precisa que, en cierta medida, estas cifras dan cuenta de algo que la sociedad viene experimentando desde hace bastante tiempo, y tiene que ver con apartarse de los convencionalismos. En este caso, existiría una especie de desobediencia, y revelarse contra el poder de los profesores.

“Las formas ´tradicionales´ de educar, donde durante tanto tiempo se avaló el maltrato físico y psicológico con motivo de formar y corregir, están totalmente obsoletas. Por lo que, podríamos hipotetizar que el avance en derechos de quienes no ostentan ninguna autoridad, en este caso, autoridad pedagógica, han propiciado nuevos canales y mayores posibilidades para denunciar hechos constitutivos de maltrato”, expresa el profesional. 

 

 

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