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Para los funcionarios del recinto penal de La Serena ha resultado “escalofriante” el comportamiento de la madre y presunta asesina de su hija Melissa Chávez (12). El día en que llegó, se le vio reír a carcajadas junto su compañera en la sala donde se encuentra resguardada por Gendarmería, en la Unidad de Salud. Ayer, su hermana la visitó por primera vez para saludarla luego que el martes cumpliera 45 años. Indagamos en su historia para buscar respuestas al perfil psicopático sobre el que hoy se teoriza, y encontramos complejos momentos en hostiles entornos, mientras trabajó en un popular bar de la ciudad. Por esos años, entre el 2012 y el 2014, un hombre mató a su mejor amiga, denunció a su pareja por abusar de Melissa –acusación que después retiró-, y el tribunal le quitó el cuidado personal de la pequeña. El resto de la historia es conocida: Mirta vulneró a un frágil sistema de protección y recuperó a la menor a quien daría muerte un día como hoy, hace tres meses.

La casa de la pequeña Melissa Chávez (12) en el sector de Villa Talinay, en Coquimbo, se ha convertido en un verdadero templo para sus vecinos. Los de las viviendas más cercanas, todos los días se preocupan de limpiar la entrada y mantener la decoración alegre, pero con el potente mensaje de justicia. Allí nadie la ha olvidado y tampoco la han dejado de recordar los distintos colectivos de la sociedad civil que, de hecho, tienen actividades programadas para hoy, a modo de homenaje, ya que se cumplen tres meses desde que la menor perdió la vida de la manera más cruel. 

Los hechos son conocidos. Fue el 26 de noviembre del 2020 cuando el pasaje San Anacleto se convirtió en el escenario del crimen más brutal de los últimos años en la zona. De acuerdo a la investigación realizada por el Ministerio Público, a eso de las 11:00 horas, Mirta Ardiles, madre de la menor, atacó a la pequeña mientras ambas se encontraban solas en el domicilio. Se trató de un ensañamiento feroz, y fueron 11 las puñaladas que Ardiles le propinó a su propia hija utilizando un cuchillo cocinero, dándole muerte, fundamentalmente por las estocadas que recayeron en el cráneo de la víctima, quien se encontraba en su habitación, en la parte superior de un camarote. Luego de ello, según las pruebas de la Fiscalía, la agresora inició un incendio con el propósito de borrar la evidencia que pudiera inculparla, y posteriormente se retiró del sitio del suceso. En el domicilio, la niña todavía agonizaba.

Tras la formalización, que se produjo el 4 de febrero, Mirta Ardiles quedó en prisión preventiva por los delitos de parricidio e incendio mientras dure la investigación que tiene un plazo de 180 días. ¿Qué es lo que se ha conocido hasta ahora de esas indagatorias posteriores? A decir verdad, bastante poco, ya que todo ha vuelto al hermetismo. De lo que sí se tienen antecedentes es de la reapertura de una denuncia por el presunto abuso sexual cometido por el padrastro de Melissa, Luis Santander, que data del 2014. Esto, porque hasta ahora, la principal línea respecto al móvil del crimen, es la que tiene que ver con los celos que Ardiles habría sentido hacia su hija por la relación de cercanía que mantenía la niña con el sujeto, la que continuó a lo largo de los años incluso posteriores a la denuncia interpuesta por la propia madre. De hecho, “el estrecho vínculo”, según consignan testimonios, iba aumentando a medida que la menor iba creciendo.

Por otra parte, también, de acuerdo a información reservada a la que tuvo acceso diario El Día, quedaron al descubierto una serie de falencias en el sistema de protección y justicia que en el 2014 le quitó el cuidado personal de la niña a su madre, por distintas circunstancias, fundamentalmente por la denuncia de abuso sexual hacia la menor. Durante ese tiempo, Melissa estuvo al cuidado de su tía paterna, Gina Chávez, pero inexplicablemente, tras 17 meses de asistir a un programa derivado del Tribunal de Familia, y ser sometida a pericias psicológicas y psiquiátricas, las evaluaciones fueron positivas, y se resolvió que la mujer no tenía ningún problema para volver a ejercer los cuidados personales de la niña a la que terminaría asesinando. Mirta Ardiles logró vulnerar al débil sistema. 

A 22 DÍAS, SIN EVIDENCIAR ARREPENTIMIENTO 



El sistema falló, y a tres meses del fatal episodio, volvimos a preguntar a las entidades correspondientes, sin embargo, evitaron referirse al tema. Pero, ¿qué fue lo que falló?, ¿con qué antecedentes contaban los profesionales de los programas ambulatorios que no salvaguardaron a Melissa Chávez? Para encontrar esas respuestas, hace falta retroceder en la historia de Mirta Ardiles, y conocer las situaciones que le tocó vivir, las que pudieron ir determinando su personalidad, una que a todas luces no era normal, pese a que los programas del Estado no lo pudieron detectar. 

Partamos con lo más reciente antes de retroceder algunos años. Mirta lleva 22 días en el penal de Huachalalume, por motivos de seguridad, alejada de las demás internas, en la Unidad de Salud. Ayer, recién recibió su primera visita presencial. Se trató de una de sus hermanas que estuvo con ella por cerca de dos horas, en las que aprovechó de saludarla a propósito de su cumpleaños número 45. 

Según relatan funcionarios que trabajan en el recinto y que tienen trato directo con la mujer, están “realmente sorprendidos”. Esto, porque, afirman, no ha mostrado ni una pizca de arrepentimiento en ningún momento, se le ve tranquila, maquillándose constantemente, descansando y conversando con su compañera de sala. Claro, nunca ha estado sola, ya que desde que hizo ingreso estuvo acompañada de otra interna que está esperando derivación a un recinto psiquiátrico en Valparaíso. 

La personalidad de Ardiles llamó la atención de funcionarios de Gendarmería desde el día 1, ya que, relatan de manera textual, “la primera noche estaba muerta de la risa con la otra interna”, algo totalmente fuera de lo común tomando en cuenta la situación en la que se encontraba, y la gravedad de su delito. Además, las mismas fuentes aseguran que ese día, cuando ingresó, se durmió antes de las 22:00 horas, sin siquiera requerir de alguna medicación, mostrando una extraña y extrema tranquilidad. 

LA RUTINA



Su día comienza a las 07:00 horas cuando recibe el desayuno, luego comienza a maquillarse y a conversar con su compañera en lo que se ha vuelto una rutina. El resto del tiempo se mantiene durmiendo, durante bastantes horas seguidas. Incluso, en algún momento el personal que la vigila a través de las cámaras, tuvo que ir a despertarla ya que se preocuparon al ver que llevaba demasiado tiempo sin moverse en su cama. Al llegar a ella se percataron que sólo dormía. 

Si bien no tiene acceso a ver los medios de comunicación libremente, sí se le permite escuchar radios locales durante algunas horas, generalmente durante la mañana. No tiene la posibilidad de salir al patio, pero en ciertos momentos del día se le puede sacar a un lugar abierto mucho más pequeño, por separado, y sólo por algunos momentos. En rigor, la estadía de Mirta Ardiles en el penal no ha tenido sobresaltos. “Parece no inmutarse con todo lo que está pasando”, señalan desde el interior de la cárcel. 

MÁS ATRÁS EN LA HISTORIA 



Pero retrocedamos más años en el tiempo, hasta el 2014, año en el cual se presentó la denuncia contra Luis Santander, padrastro de Melissa, por el presunto abuso sexual, tras lo cual a ella se le quita el cuidado personal de la niña. Aquí entra al ruedo una de las protagonistas silenciosas de la historia, la tía paterna de la víctima Gina Chávez, quien tuvo al cuidado a la niña mientras Mirta Ardiles participaba de los programas DAM (Diagnóstico Ambulatorio) que el tribunal de familia ordenó realizar a la mujer. Gina está devastada y se excusa por no ser capaz de hablar, menos aún puede hacerlo Denis, el padre bilógico de Melissa, sin embargo, quienes estuvieron con ellos en el proceso, particularmente con Gina ya que Denis también evidenciaba problemas en ese entonces, relatan cómo el sistema fue vulnerado fácilmente por la madre de la pequeña asesinada. “El sistema fue engañado, porque es muy malo. No existe una supervisión, un seguimiento, sólo se fían de la palabra de la persona, como lo hicieron en este caso, se fiaron de Mirta”, relatan desde la familia Chávez. 

Aseguran que, a Gina, en casi un año y medio, prácticamente no la contactaron mientras la madre de la niña que ella estaba cuidando estaba sometiéndose a evaluaciones psicosociales. “Acá la investigación debió haber sido más exhaustiva para saber si ella era apta, que fueran a la casa en la que ella estaba viviendo, que vieran que se había separado del sujeto, que demostrara y que fueran a verificar dónde estaba trabajando, pero no se demostró nada”, especifican en la familia paterna. 

Eso sí, admiten que ellos también cayeron. Confiaron en Mirta Ardiles y en el sistema, y muchas veces le permitían a Melissa ir a ver a su madre. “Ella decía que estaba evolucionando bien, y Gina llamaba y le decían que efectivamente estaba avanzando, entonces aquí se confiaron de eso. Pero nunca informaron del proceso permanentemente, eso no ocurría. Tenía que estar ella (Gina) llamando. Hoy en día, claro, si tú lo miras con todo lo que pasó después, te das cuenta que todo estaba mal, pero en ese momento se pensaba que era normal”, explicitaron los Chávez, agregando que, llegado el momento, la propia Gina Chávez dará a conocer las falencias que ella pudo ver cuando estuvo a cargo de Melissa, y el proceso al final decidía arrebatársela para volver a ponerla en riesgo. 

HECHOS QUE MARCARON 



Si bien el padrastro de Melissa Chávez, Luis Santander, no ha sido formalizado y no se ha probado alguna participación directa o indirecta en la muerte de la pequeña, está en la mira de los perseguidores. Pues bien, en lo concreto, más allá de cómo se haya efectuado la investigación por parte del Ministerio Público en el 2014 por la denuncia de abuso, ésta se archivó, es decir, es inocente de ese cargo, y en lo que tiene que ver con los hechos del 26 de noviembre, tal como ya se ha dicho, hasta ahora no se ha podido acreditar nada en su contra. Es aquí donde surgen las dudas. Si está siendo emplazado públicamente, incluso juzgado, ¿por qué no sale a defenderse? Los medios de todo el país estuvieron tras él, intentando obtener su testimonio, y hasta sus padres le hicieron un llamado para que hablara, pero no lo ha hecho. Este medio, en su momento también le siguió la pista, y entre todos los domicilios que registra, fue en uno donde se lograron obtener los mayores antecedentes respecto a él, algo de su historia, y el comienzo cuando convergió con Mirta Ardiles. 

En el sector de La Antena vive la que fue su última pareja antes de conocer a Ardiles y a Melissa, y luego tener un hijo en común con Mirta, el cual actualmente se encuentra al cuidado de la familia materna. Allí, los recuerdos no son buenos, ya que Luis dejó todo por irse con la mujer ocho años mayor que él. ¿Cómo se conocieron? Pues bien, según el entorno cercano a la expareja de Santander, el sujeto frecuentaba el bar La Chilenita donde por esos años trabajaba Mirta Ardiles, el cual, aunque con otra dueña, sigue funcionando. En este lugar, la mujer laburó una vez que se alejó de su primer esposo, Milton Fre Durán, para mantenerse a ella y a los suyos. Necesitaba trabajar. 

Muchas veces le tocaba realizar el turno de noche, lo que acarreaba bastantes peligros, pero requería el sustento, pese a que ello implicara adentrarse en un entorno hostil, en donde vio a la muerte de muy cerca cuando le tocó perder a una de sus mejores amigas en un macabro femicidio.

¿Afectó esto el comportamiento de la mujer a futuro?, ¿cambió algo su conducta tras el episodio?, ¿seguía trabajando allí cuando era evaluada por los programas estatales?, ¿pudo interferir todo esto en el desarrollo de Melissa? Todas esas preguntas se las hacen en la familia Chávez, y también la justicia, que trata de buscar las respuestas que en su minuto no se encontraron, o sencillamente no se buscaron. 

TIEMPOS VIOLENTOS 



En el local La Chilenita, el día miércoles por la tarde sólo estaba su dueña, la residente dominicana, Alejandrina, quien administra el recinto desde hace un par de años luego que la antigua propietaria decidiera dedicarse a otros rubros. Al principio se muestra reticente a conversar, “no está de humor”, dice. Y claro, los meses de pandemia le han impedido trabajar y actualmente vive un momento complicado. Pero cuando le mencionamos el nombre de Mirta Ardiles, algo cambia en su rostro. Se impresiona. 

Toma su teléfono, se aleja, hace una llamada que no alcanzamos a escuchar y finalmente se acerca nuevamente. “Sí, sí sé quién es esa persona”, afirma, con un tono de seriedad que, según pudimos darnos cuenta más tarde, no es el habitual en ella. 

Alejandrina, finalmente nos revela detalles de lo que alcanzó a conocer de Mirta, quien siempre le pareció alguien normal, “con algún arrebato más de alguna vez”, pero no demasiado frecuentes “como otras de las trabajadoras de la shopería” ubicada en el sector más alejado del centro de la ciudad, en el Barrio Almagro, por Calle Vicente Zorrilla. 

Cuando llegó a Chile hace casi 10 años, cuenta la mujer de origen dominicano, su primer trabajo fue en el local, donde, según relata ella misma, “las mujeres se dedican a sacar tragos a los clientes a cambio de compañía”. Era finales del 2011 y compartió con Mirta Ardiles hasta el 2014 cuando, de un día para otro desapareció. “Eso es algo que pasa mucho, como muchas veces es informal, las trabajadoras vienen y se van. Ella (Mirta) siempre se perdía por algún tiempo, se iba a trabajar al otro local de más abajo, el ‘Quita Pena’ con la mejor amiga que tenía, que era la ‘Mari Tere’”, asevera Alejandrina, quien hace un alto al mencionar el nombre de la última mujer. Rápidamente se repone, respira hondo y señala: “es que a ella la mataron. A la Mari. Ahí sí que yo vi mal a la Mirta, esa vez fue muy fuerte para todas acá, y más para ella, imagínate que pasaban todo el día juntas”. 

Pero, ¿quién es Mari Tere y qué tiene que ver en toda esta historia? Resulta que lo ocurrió con ella, María Teresa Caballero, quien por ese entonces tenía 45 años, da cuenta del entorno hostil en el que, por diversas circunstancias, le tocó desempeñarse a Mirta Ardiles, presunta parricida, madre de Melissa Chávez. 

María Teresa ejercía el comercio sexual, y mencionamos este antecedente sin hacer juicios de valor, sino que sólo para dar contexto a los hechos que siguen y que tuvieron gran impacto en Mirta Ardiles. “Lo que pasa es que eso se daba mucho, no dentro de los locales, pero si los hombres hacen sus negocios con ellas a la hora de salida, las trabajadoras son libres de hacer lo que quieran”, cuenta la actual dueña de La Chilenita. 

Fue precisamente en una de estas salidas con un cliente que María Teresa encontraría la muerte, la que perfectamente le pudo haber tocado a Mirta, según cuentan. Ocurre que, en ese momento, abril del 2012, la mejor amiga de Ardiles ya había emigrado del local definitivamente al “Quita Pena”, luego de haber peleado con la antigua propietaria. Por esos días la madre de Melissa seguía a María Teresa donde fuera, y también se fue por algún tiempo, moviéndose entre local y local. 

Aquel día 20  de abril marcó para siempre a Mirta Ardiles, y a todo el rubro de las shoperías, según asevera otra antigua trabajadora de La Chilenita, a quien llamaremos Rosa. Su relato es crudo, y cuando la contactamos lo primero que señala es que “la prensa mintió en el caso del asesinato de Mari Tere”. Cuando le consultamos a qué se refería, afirma que “nunca contaron la historia completa”, la que ella sí, dice, está dispuesta a contar, y que tiene que ver con que “la que debió haberse ido ese día con ‘el Fica’ (Aurelio Fica Rubilar) -quien posteriormente fue sentenciado por el crimen- era esta mujer (refiriéndose a Mirta Ardiles) no la Mari”. Y es que, aparentemente, el sujeto solía compartir con ambas, pero por algún motivo ese trágico día, la que salió del “Quita Pena” con el hombre rumbo al motel fue la mujer de 45 años, y no Ardiles. Para esto existen dos versiones, la primera es derechamente que Mirta no estaba durante esa jornada, y la segunda, que cuenta Rosa, era que previo al macabro asesinato, habían estado las dos mujeres y el hombre compartiendo la misma mesa, pero que Ardiles se retiró minutos antes sin imaginar lo que le sucedería a su amiga. 

Lo que ocurrió después es historia conocida. Ya estando en el lugar, Aurelio Fica y María Teresa entraron en una discusión y según consignan noticias de la época, Fica reaccionó de la peor manera, y el motel ubicado en calle Brasil se tiñó de sangre. El hombre asesinó a la mujer propinándole varios cortes en su cuerpo y rostro. La policía sólo se enteró cuando los dueños de las cabañas dieron aviso tras haber oído los gritos de la víctima, que aguantó un par de minutos antes de fallecer. 

NUNCA MÁS VOLVIÓ



“Ya el 2014 no volvió más. Hubo muchas personas que se fueron precisamente por lo que pasó con María Teresa, ya nada volvió a ser lo mismo. Se desarmó todo en dos años y bueno, aquí nos reinventamos”, asegura Alejandrina, quien no podía creer cuando una amiga de esos años le mostró la fotografía de Mirta Ardiles saliendo en televisión, acusada de asesinar a su hija. “Te digo, a mí jamás se me hubiese pasado por la cabeza que ella pudiera hacer algo así. Era tranquila, todavía no puedo creer lo que ocurrió si es que es así porque no me calza con su personalidad, pese a su carácter fuerte”. 

Si bien Alejandrina no siguió en contacto con la mujer y no supo de ella hasta que la vio por televisión. “Naty”, otra trabajadora de la época quien se puso en contacto con la nueva dueña de La Chilenita, justo cuando hablábamos con ella, asegura haber recibido el último mensaje de Ardiles el 16 de noviembre del 2020, 10 días antes de la muerte de Melissa Chávez. El mensaje decía simplemente: “Extraño charlar contigo”.

 

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