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Con grandes expectativas de crecer a nivel profesional y personal, la joven Laura Santander considera que su vida en la ciudad española es una obra de arte que se está creando y tiene la firme convicción de continuar construyendo una nueva vida en europa

Lucía Díaz y Johana Fernández 

Ella es Laura Santander y tiene 24 años. A través de una amena conversación por WhatsApp cuenta a El Día cómo cumplió el sueño de vivir fuera de Chile, un anhelo que tuvo desde pequeña, y que hasta el momento le ha dado grandes satisfacciones. Una decisión que la condujo al que considera “su verdadero lugar” y a ser parte de los coquimbanos por el mundo. 

El destino la enamoró de Barcelona, capital de la Comunidad Autónoma de Cataluña y la segunda ciudad más poblada de España después de Madrid. En ese lugar es donde proyecta su vida, hace grandes amistades, disfruta del amor en pareja y abre su mente a nuevas culturas. 

Todo partió en julio de 2017 cuando se fue de vacaciones con una prima a Europa por 20 días. A su familiar se le acabó el contrato y ella dejó su trabajo para recorrer varias ciudades españolas como Madrid, Valencia, Barcelona y Sevilla, y después trasladarse hasta Nápoles en Italia.

“Para ser sincera siempre vi lejano visitar Europa, uno lo ve como inalcanzable. Es asombroso y a la vez impresionante cómo uno puede ir por las calles y sentir que muchas de las preguntas que uno ha tenido en la vida se van respondiendo a medida que uno va caminando”, expresa Laura. 

El último día del viaje estaban tomando un café en Madrid y las primas tenían claro que no se querían ir, sin embargo debieron volver a Chile. Dos meses después volvieron a Barcelona y comenzaron a gestionar visas de estudiante para quedarse en la ciudad española. 

“Te piden acreditar una gran cantidad de dinero para poder entrar y ahí el apoyo de mi familia fue fundamental. Nos demoramos como dos semanas en generar la visa, juntamos los papeles, viajamos a Santiago y a la primera salió la visa”, comenta Laura. 

Luego de entrar en la Academia Taures de Arte, Laura confiesa que en los primeros tres meses se dio “la buena vida”, visitó amigos y conoció a mucha gente. Ahora, sus esfuerzos se centran en reubicarse en el presente, “empezar a hacer las cosas bien y administrar mejor la plata”.

Comenta que los primeros días las recibió Naty, una chilena que lleva ocho años viviendo en Barcelona y a la que conocieron en su viaje de vacaciones. Laura además encontró trabajo en un restaurante vegano. Actualmente, se cambió de casa y está viviendo con una compañera de trabajo italiana. 

Uno de los puntos que se le dificulta es que con la visa que tiene no puede trabajar de manera legal, así que tiene que buscar otro tipo de oportunidades. Aunque eso no la desmotiva. “Barcelona es un punto de encuentro, aquí las personas también vienen a buscar parte de su identidad”, dice Laura. 

SUEÑOS ANTES DEL VIAJE

La primera vez que Laura se planteó salir del país fue a los 11 años. ¿Su inspiración? Una prima que vive en Canadá y por la que siempre sintió interés, ya que se estableció en otra parte del mundo, “donde hay otras formas de vida”.

Cuando tenía 18 años y estaba a punto de egresar del Colegio Andrés Bello, Laura se proyectó una meta: viajar fuera de Chile en un lapso de cinco años. “Tenía esa necesidad súper grande. Siempre pensé que me iba ir a Canadá, pero no me sentí tan reflejada como aquí (en Barcelona)”.

“Mis proyecciones eran que si lograba salir del país, haría vida fuera de Chile. Si bien La Serena es una ciudad maravillosa, tranquila y tiene varias cosas que uno necesita, yo siempre he querido más, lo que lamentablemente esa ciudad no me dio y cuando viví en Santiago tampoco”, reconoce. 

Aunque intentó acomodarse en Chile, Laura sostiene que no encontró el lugar adecuado. Lo intentó de varias formas. Con su título profesional de AIEP y siendo terapeuta de medicina natural, quiso desarrollarse profesionalmente en La Serena. “Pese a que ofrecí en todas partes mis servicios, no tuve la oportunidad de trabajar en el área, lo que me llevó a una depresión muy fea”, relata. 

“En ese momento tomé la opción de salir y me vine (a España) para quedarme, aunque a mi mamá le duela. Me vine a estudiar artes y quiero ser la mejor en lo que vine a hacer, quiero ser una de las mejores, lo que tiene una cuota de esfuerzo y sacrificio”, reflexiona Laura.

SU VIDA EN BARCELONA

Estar en Barcelona le ha dado a Laura nuevos motivos para agradecer y construir un futuro en el que se sienta plena. Además de generar vínculos estrechos con nuevas amistades, tiene un novio de nacionalidad italiana que es músico y toca la trompeta. 

La joven quiere conseguir un nuevo trabajo y se plantea entrar a la universidad. 

“Siento que por fin he empezado a desarrollar mi vida y tengo el espacio de ser yo misma, en un país donde la mente abierta es una de las características más grandes. Estoy muy contenta y agradecida de las personas que me he encontrado en este camino, porque desde el primer momento me he sentido como en casa”, destaca. 

También recalca que al ser una ciudad tan grande y cosmopolita, se pueden encontrar miles de personas que están fuera de sus casas, que saben lo que significa estar lejos de su familia. “Todos se apoyan y eso hace que todo sea más fluido y tranquilo. Mi vida aquí es una obra de arte que se está creando. Pienso quedarme aquí”. 

Tampoco ha estado exenta de vivir el choque cultural, especialmente porque los catalanes son muy directos, a diferencia de los chilenos que “nos encanta darnos vueltas para decir algo, aquí es todo lo contrario. Esto se agradece porque es más fácil vivir sin caldo de cabeza”.

EXTRAÑAR COQUIMBO

En la otra cara de la moneda, Laura reconoce que extraña muchas cosas de su región. Como vivía con su mamá en el sector La Florida, frecuentemente se escapaban al valle de Elqui. 

“Eso es lo que más extraño de la región de Coquimbo. Extraño ir a la playa, comer una empanada en Guanaqueros, extraño ir a bañarme en Totoralillo en el agua cristalina, extraño la tierra, el mar y nuestro cielo maravilloso de estrellas”, cuenta. 

También hay ciertos lugares y puntos de encuentro que le hacen falta como los Bomberos, la Biblioteca, el Rock and Sicodelia, y los típicos bares a los que siempre iba con amigos. “También extraño a mi familia y el pan francés con palta”, finaliza.

RECOMENDACIÓN A VIAJEROS

“Que hay que tener paciencia, si uno sabe lo que quiere. Yo igual soy ansiosa y nerviosa, pero hay que tener paciencia y fe en lo que uno quiere. Siempre quise estar cerca de la multiculturalidad y hay que generar los ahorros correspondientes. Hay que ser muy educado con las personas. La información está y las manos llegan”.

 

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