A 25 kilómetros de Ovalle se encuentra el pueblo de Cerrillos de Tamaya, que se ha hecho famoso por algo bastante particular. Y es que su cementerio tiene una ornamentación casi única en nuestro país, con las tumbas decoradas con réplicas de pequeño tamaño de iglesias. De eso y mucho más se habla en el libro “Donde rezan las almas”, del investigador Sergio Peña Álvarez, que fue presentado este fin de semana en el Espacio Jasi de Ovalle Casino & Resort. Peña es profesor de Historia y ha publicado libros como “El Niño Dios de Sotaquí: Historia y Tradición”.
El presente texto corresponde al proyecto “Divulgación del valor patrimonial del Cementerio de Cerrillos de Tamaya”, ganador del Fondart Regional. Fue así como a fines de diciembre, en la misma localidad, se realizó la develación de un tótem informativo que cuenta la historia del pueblo, del cementerio y de la tradición constructiva que iniciara a mediados del siglo XX Juan Lazo Tapia, que a la fecha la continúan algunos maestros como Luis Ortiz, Juan López y el maestro Pepe. También fueron colocados dos pasacalles, se entregaron afiches en pro del cuidado del cementerio a la Junta de Vecinos y se inauguró en el hall de la escuela de la localidad una exposición fotográfica.
Hernán Rodríguez Villegas, director del Museo Andino, explica en el prólogo del libro que “a mediados del siglo XVI, la Virgen del Rosario se apareció a un indio de la Región de Coquimbo en el lugar que tomó el nombre de Andacollo, donde desde entonces hubo devoción popular…Décadas más tarde, en 1830, el minero José Tomás Urmeneta encontró en el cerro de Tamaya, próximo a Andacollo, una veta rica de cobre, la más importante de su tiempo. Inmediato al pique de Tamaya surgió un poblado, Cerrillos, donde al iniciarse el siglo XX tuvo un cementerio en el que se fusionó la memoria de los seres queridos, el pueblo minero, con la devoción a la Virgen de Andacollo, su patrona”.
“Desde 1893 la Virgen se festejó en el Templo Nuevo o Iglesia Grande de Andacollo, cuyas torres y cúpula impactaron en el imaginario de los habitantes de la región. Por ello, hacia 1950 la creatividad de Juan Lazo, entonces panteonero del cementerio de Cerrillos, lo llevó a replicar esta iglesia en una sepultura. Fue la primera de muchas. Nuevas tumbas que se inspiraron en iglesias locales, no sólo la de Andacollo, también las de La Torre, Barraza y Ovalle, incluso algunas europeas que el maestro Lazo copió de postales. Fue el inicio de una tradición, de un patrimonio cultural que se mantiene hasta hoy y otorga identidad a Cerrillos”, escribió Rodríguez.
Relato Ameno
En las primeras páginas del libro, la historiadora Ana María Ojeda Fernández comenta que “Sergio Peña Álvarez y su equipo realizan un interesante trabajo de investigación, poniendo en valor una ciudad del norte de Chile alejada de los grandes centros urbanos del país, tomando como fuente histórica el espacio funerario del lugar. En cada página se disfruta de un relato ameno, donde las descripciones y las narraciones de historias de vida y muerte se entrelazan para conocer una particular comunidad: Cerrillos de Tamaya”.
Posteriormente, el propio autor explicaría que “para realizar esta investigación hemos recurrido a bibliografía existente acerca de la localidad, a observaciones en terreno de las características morfológicas de las tumbas, entrevistas a personas antiguas del sector, personas relevantes de la comunidad, familiares de Juan Lazo –iniciador de esta tradición- y a los maestros que actualmente trabajan en el cementerio”.
De Juan Lazo Tapia, se consigna que nació en el sector de Camarico y que la edad de 20 años partió al norte, a trabajar en la extracción del salitre. A fines de la década del 30 se radicó en Cerrillos de Tamaya. Fue contratado por la municipalidad de Ovalle, para hacerse cargo del cuidado y ornato de la plaza.
“Además desempeñó funciones como panteonero, por los cual los vecinos recurrían a sus servicios para el entierro de sus difuntos, construyéndole sus sepulcros”.
“Donde rezan las almas” es un proyecto íntegro de investigación, divulgación y puesta en valor. Como lo señala en la contraportada Fernando Julio Caiceo, licenciado en filosofía y gestor cultural, “la identidad se encarna cuando lo propio es puesto en relieve, es destacado como único y que merece la atención de sus habitantes y visitantes”.
En el libro se agradece al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, a la municipalidad de Ovalle, a la Red Iberoamericana de Cementerios Patrimoniales y a la Editorial de la Universidad de La Serena.
Continuando la Obra
En el trabajo se consigna que en 1992 entró a trabajar en el cementerio el maestro Luis Ortiz, continuador y a su vez innovador en la estética y en el empleo de nuevos materiales constructivos. Asimismo, dos vecinos del lugar igualmente trabajan construyendo tumbas y edificando sobre ellas iglesias ornamentales, ellos son Juan López y el maestro Pepe.
En la actualidad participan otros maestros en forma esporádica en los trabajos del cementerio, es gente foránea proveniente de las ciudades de Ovalle, La Serena y Coquimbo.
Algunos deudos, para seguir la tradición, traen sus propias réplicas construidas en otros lugares, así tenemos algunas fabricadas en piedra combarbalita en la ciudad de Combarbalá y otras en piedra volcánica, traídas desde el Norte Grande.