Esta semana se avanzó en la iniciativa que busca legalizar el matrimonio igualitario: un primer paso para asegurar dignidad y derechos para quienes quieren vivir su amor y formalizar sus vínculos ante la ley.
Esto no es más que el resultado del esfuerzo de millones de ciudadanas y ciudadanos que han luchado incansablemente en las calles por ser respetados y reconocidos, dejando en evidencia la tremenda deuda que Chile todavía mantiene con la comunidad LGBTQI+, pese al trabajo institucional que se ha conseguido mediante leyes como la de Identidad de Género, Adopción homoparental y Ley Zamudio.
Avances que, aunque valiosos, nos dejan una duda instalada: ¿cuál es el principal desafío que debemos cumplir en la siguiente década? La respuesta es clara: trabajar en una nueva Constitución Política que asegure libertades para que la comunidad LGBTIQ+ deje de ser invisibilizada, tenga la libertad de caminar por las calles, pueda vivir su identidad sexual y de género como le plazca, pueda crear otros vínculos familiares y además puedan ser incluidos en espacios desde los cuales han sido históricamente marginados.
Todos, desafíos y sueños que solo se lograrán con el compromiso de quienes ya son parte del nuevo Chile que se está construyendo. Un Chile para todas, para todos y para todes, más inclusivo y, por cierto, orgullosamente diverso, pero igualitario en dignidad y derechos.