Uno de los momentos claves de la vida de Juan Pablo II tuvo lugar el 13 de mayo de 1981, cuando estuvo a punto de perder la vida a manos del terrorista turco Ali Agca, quien le disparó varias veces en la plaza de San Pedro, en el Vaticano.Todavía hoy, 35 años después de aquel intento de magnicidio, persisten numerosas interrogantes acerca del crimen. ¿Hubo una  conspiración de alto nivel, procedente de las mismas entrañas de la Iglesia, para tratar de matar a Juan Pablo II?Eran casi las cinco y media de la tarde de aquel 13 de mayo de 1981 cuando entre el gentío que se agolpaba para ver al Papa un hombre de tez morena se aproximó todo lo que pudo a las vallas de protección y descerrajó cuatro disparos a poca distancia de Wojtyla.Sólo dos de los proyectiles alcanzaron su objetivo. Mientras una de las balas causó una herida superficial en un brazo, la otra resultó mucho más peligrosa,  al atravesarle el abdomen, afectando a varios órganos vitales.  El Papa tuvo que ser operado de urgencia y la salud del hasta entonces sano y robusto Karol Wojtyla nunca volvería a ser la misma.A lo largo del juicio que le llevó a la cárcel italiana, Mehmet Ali Agca insistió una y otra vez en que había actuado solo, guiado por un ímpetu religioso mediante el cual quería “redimir al Islam”, eliminando a la cabeza del catolicismo. Sin embargo, había algunos puntos “oscuros”. El jefe de los “espías” franceses en la época del atentado, cuenta que ellos tenían información acerca de un posible atentado y así lo hicieron saber al Vaticano. Sin embargo, la inteligencia vaticana no tomó medidas para impedirlo. A partir del año 2000, Agca comenzó a cambiar sus declaraciones iniciales, indicando, según sus propias palabras, que los verdaderos “cerebros” del atentado estaban dentro del mismo Vaticano.¿Quién habría estado interesado, dentro del Vaticano, en eliminar a Karol Wojtyla?¿Quizá los mismos que  habrían terminado con la vida de su antecesor, Juan Pablo I? 

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