Durante semanas en esta misma columna insistimos en la imperiosa necesidad de lograr un gran acuerdo nacional para generar una Nueva Constitución. Durante el mismo tiempo muchos nos dijeron, en el país y en la Región de Coquimbo, que una nueva Carta Fundamental no era prioridad para la gente, que bastaba con la agenda social, que era una preocupación solo de los políticos, en fin. Pero pasaron las semanas y todos fueron entendiendo que esto era más que aumentar las pensiones y el ingreso mínimo, que los chilenos entendían que debíamos generar un Nuevo Pacto Social y Político, un lugar donde nos reconociéramos todos, una Casa Común. Y fue hasta la tan invocada encuesta Cadem que la identificó en las últimas semanas como una clara prioridad.

Decía en mi anterior columna que la historia nos juzgaría por lo que hiciéramos y por lo que dejáramos de hacer durante estos días. Por eso me dediqué junto con muchos a conversar, a poner sobre la mesa las distintas alternativas, a persuadir y dejarse persuadir también, a buscar puntos de encuentro. Sabíamos que no teníamos mucho tiempo, en medio de un creciente e incontrolable espiral de violencia, incuantificables pérdidas para el comercio, un dólar disparado, desempleo campante y una ciudadanía que -en buena hora- quería participar en la construcción del nuevo pacto social. Junto con ello la necesidad de juzgar las graves violaciones a los derechos humanos y la urgente respuesta en materia de pensiones.

El acuerdo por la Nueva Constitución logra que sean los ciudadanos quienes elijan quién va a escribirla: si sólo un conjunto de delegados elegidos para tal efecto, o esta Convención Constituyente estará compuesta también por un 50% de parlamentarios. Dichos delegados podrán ser elegidos junto a los alcaldes y gobernadores regionales, para que posteriormente seamos todos los chilenos y chilenas quienes ratifiquemos el nuevo texto, mediante voto obligatorio.

El acuerdo descansa sobre el principio del doble equilibrio: Se escribirá sobre una “Hoja en Blanco” que en definitiva derogará la actual Constitución, construyéndose esta nueva Casa Común, lo que se traducirá en que sus acuerdos deberán ser alcanzados por 2/3 de sus miembros. 

Lamentamos que un sector de la izquierda no haya concurrido a este histórico consenso, mediante el cual el Congreso le devuelve el poder constituyente originario a los ciudadanos para generar la primera Constitución nacida en democracia. Argumentan que este alto quórum le otorga un poder de veto a la minoría. Pero esta interpretación queda absolutamente refutada con el gran acuerdo de unidad que se alcanzó para dar paso a este proceso. Revela también quizás un desprecio a estos consensos. Y no entienden que al redactarse la Constitución sobre una Hoja en Blanco, aquel supuesto “riesgo” lo es para las mayorías y minorías circunstanciales, forzando a que los principios que inspiran a unos y otros, queden reflejados al menos en un marco común.

Quienes desprecien el contenido de este histórico acuerdo, que le devuelve al pueblo chileno ser soberano de su destino, no son más que demócratas de cartón.

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