Tan linda que se ve y tan dura que es” fue la frase con que el Presidente Sebastián Piñera se despidió de la Presidenta de la Cámara de Diputados(as) luego de su Cuenta Pública el pasado primero de junio. Son ese tipo de gestos los que debemos desarmar todos los días los hombres que queremos entender y empatizar con el justo grito de lucha de las mujeres movilizadas a lo largo y ancho del país.

La ola feminista es un movimiento que llegó desde abajo y sin permiso; a cuestionar todos y cada uno de los privilegios que el modelo de masculinidad heteronormado y patriarcal les entrega a los hombres.

Nuestro deber entonces como hombres criados en un modelo que nos beneficia solo por el hecho de ser hombres; es preguntarnos en cada pequeña y gran acción cotidiana de qué manera nuestra masculinidad daña los principios de igualdad sobre los que debiera sustentarse nuestra convivencia social.

Es claro también que no existe un modelo único de masculinidad; que son múltiples las miradas, posiciones y lugares desde donde construir nuestra identidad masculina. La clase, la etnia, la orientación sexual, entre muchas otras dimensiones, atraviesan nuestra identidad y el poder que tenemos asociado a ella.

La lucha por la igualdad feminista; es una lucha de poder. Es una batalla por equiparar las condiciones y posibilidades sobre las que trazamos nuestras biografías en el mundo familiar, público, privado y académico. Y en esa lucha de poder; los hombres debemos estar conscientes de que nuestra posición ha sido hegemónica y ha sometido a las mujeres para lograrlo.

Debemos estar conscientes de nuestra obligación de formarnos en feminismo; para deconstruirnos bajo un paradigma igualitario. La lucha de las mujeres hoy avanza fuerte y sin cuartel por una sociedad nueva que establezca una igualdad civilizatoria.

Pero nuestro desafío como hombres es poner nuestra masculinidad frente al espejo y romperla para volver a armarla desde una posición justa para hombres y mujeres. Debemos mirar nuestros privilegios en el almuerzo familiar del domingo, en el partido de fútbol, en nuestro recorrido en la micro o en la reunión de trabajo o política en la que participamos. Ahí está el desafío de las masculinidades ante la ola feminista; en la cotidiana desigualdad que disfrutamos solo por ser hombres.

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