El progreso no es sólo encontrar soluciones nuevas a viejos problemas, sino crear nuevos problemas a los cuales se les aplican las más antiguas soluciones. Reuniones,  encuentros científicos, no pueden hacer nada contra la muerte. Apenas bautizar con nombres distintos las causas del deceso. Porque, ¿quién puede hacer algo contra la muerte?  La publicidad engañosa de nuestra sociedad nos ha hecho creer que del mal de morir nos sanaremos algún día. Por eso tanta presión, tanta sicosis, tanta consulta médica.No esperan los pacientes ser liberados del cáncer o del sida, sino de la mortalidad, y, claro, el fracaso médico y científico no puede ser más patente. Pagamos nuestros impuestos, miramos televisión, compramos todos los días el diario y nos seguimos muriendo.Todos esos científicos no pueden impedir que acabemos solos y miserables.Nietzsche llamaba a sus lectores a vivir peligrosamente. Parece que hoy no hay manera de no vivir de ese modo. Los ecologistas podrán decir que todos los males que nos aquejan son un justo castigo por el daño que hemos infligido a la naturaleza.La naturaleza es nuestra enemiga, porque los hombres somos enemigos de los hombres.  La vida es lucha, respirar es expirar, levantarse es arriesgarse a ser víctima de un balazo, de un bombazo, de un beso o un escupo agachado.Frente a todas esas epidemias y pandemias, en vez de preocuparme, prefiero irracionalmente pensar que no me tocará a mí y que si me toca morir, es lejos lo menos grave que me puede pasar. Si comer, si beber, si respirar, si caminar con los pies descalzos es peligroso, habrá que concluir que vivir es lo más malsano que hay, que de todos nuestros virus, síndromes y males, vivir es el peor, nuestra más incurable enfermedad. Y así, sólo nos cabe envidiar a los muertos que han encontrado, finalmente, muriendo, el único remedio a esta mortal enfermedad de ser mortal.

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