Se podría decir, en términos bien coloquiales, que anoche a toda la Quinta Vergara “se le cayó el carnet”. Porque los años 80 fueron protagonistas de la cuarta jornada festivalera, con dos de sus íconos a nivel mundial: Lionel Richie y Rick Astley. Claro que el primero está muchos escalones más arriba. De hecho, debe ser uno de los artistas de mayor trascendencia en la historia del evento viñamarino. Daba gusto ver, con su voz intacta y una puesta en escena de primerísimo nivel, a esta verdadera leyenda viviente que inmortalizó temas como “Hello” y “All night long”.

 Pocas veces hay tanto consenso al momento de alabar la actuación de una figura musical. Me he fijado en todos los comentarios sobre la presentación del cantante y hasta la nota 7 suena mezquina para referirse a su show. Para la memoria quedará ese instante en que interpretó “Say you, say me”, con la Quinta Vergara convertida en un karaoke. O ese momento emotivo del cierre, cuando se acordó de su amigo Michael Jackson, cantando el himno “We are the World”. Gaviota de Plata y Gaviota de Oro más que merecida, que contrastó con lo que pasó después en el escenario.

 La actuación de Pedro Ruminot ha dado para todo tipo de análisis. Es evidente que en un momento iba súper bien, en sintonía con el “Monstruo”, pero aquello empezó a diluirse con algunos chistes en torno a lo religioso y especialmente cuando hizo mención de los epilépticos. Luego se sacó de encima ese mal momento, pero el show ya no fue lo mismo. Hubo risas, aunque también pifias. Quedó la sensación de una Gaviota de Plata forzada. El mismo Ruminot, ciertamente descolocado con lo que estaba pasando, tuvo un bis para el olvido. Mejor irse antes de que las cosas empeoraran.

 Para el cierre de la cuarta noche, nuevamente volvieron los casetes, los flippers, la bebida Free y los pantalones amasados. Porque apareció el otrora ídolo juvenil Rick Astley, reviviendo aquellos éxitos que en su momento a muchos parecían desechables, pero que hoy son hits de la onda kitsch. Un pop que ha trascendido en el tiempo, dando cuenta ese feeling que muchos consideran que le falta a la música radial de hoy.

Por eso, los nostálgicos siempre tendrán en los 80 una época digna de recordar y de volver a vivir cada vez que se pueda.

 

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