Noticia de un secuestro” es muy distinto a los libros normales de Gabriel García Márquez. Describe hechos reales, y éstos no ocurren en épocas remotas o en pueblos recónditos, sino aquí y ahora, en Bogotá o Medellín, en casas o calles que cualquier colombiano podría haber pisado.La primera impresión de “Noticia de un secuestro” es entonces el temporal abandono por parte de García Márquez del exotismo rural y del realismo mágico, para acercarse a la vida normal de los colombianos. La segunda noticia es que el libro fue mal recibido por la crítica. ¿Por qué? Los críticos han pretendido que no está bien escrito. No parecen sinceros. García Márquez despliega su talento narrativo como nunca y hace pensar con nostalgia en cómo habría sido su obra anterior sin la cómoda muletilla del exotismo y de la magia.Las claves del rechazo están entonces en otra parte.García Márquez, uno de los grandes narradores contemporáneos, describe en “Noticia de un secuestro” a una Colombia tan corrupta y violenta que ni los niños conocen la inocencia. Peor. No hay culpables claros, no se nos permite ningún consuelo políticamente correcto que  atenúe la feroz decadencia de América Latina.El libro despertó el rechazo también de los intelectuales latinoamericanos. Es que el mito de una inocencia latina primaria también tiene hondas raíces acá: hace ya cien años que Rodó exaltaba el etéreo idealismo del Ariel latino, frente al tosco materialismo del Calibán gringo. Para mucho intelectual, el pasado edénico era recuperable con sólo vencer el capitalismo foráneo.Para los norteamericanos, o los europeos, la gracia, la única gracia de la literatura latinoamericana es la de satisfacer la fantasía de que existen lugares exóticos donde gente primaria, anterior a la razón, se pasea montada en nubes, donde al navegar por los ríos abriéndose paso a machetazos por la voraz vegetación, uno retrocede en el tiempo hasta llegar a la felicidad original, al paraíso anterior a la angustia. 

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