Roto es una palabra de origen oscuro, de concepto difuso y de utilidad múltiple. Hablar de rotos es considerado por algunos como una rotería, es decir, una falta de delicadeza, una muestra de clasicismo vulgar. En este caso, como en muchos otros, se prefiere el eufemismo “poblador” para hacer tolerable en el lenguaje una realidad problemática, que nos origina sentimientos de culpa. El roto ya no es como antes, fácil de distinguir, aislado en el conventillo, sumiso muchas veces, o tallero y chispeante, con el sombrero de ala recortada. Ahora, en una ciudad en que se confunden a diario las caóticas marejadas humanas, el roto ha infiltrado los diversos estamentos sociales. Se desplaza en automóviles y le saca el jugo al celular. Ya no se sabe quién es quién, como en el tango Cambalache.En la televisión prosperan los pijes arrotados para mayor gloria del raiting, y esto se relaciona con el hecho de que cuicos y rotos ostentan, por lo general, los mismos gustos: los deportes riesgosos y la ropa de marca.Hay que considerar que el roto y su universo han sido tema recurrente para el humorismo nacional, profesional, espontáneo.No es casualidad que uno de los personajes más enigmáticos de Condorito sea el Roto Quezada, a quien se deseaba la muerte en minúsculos graffiti. A los viejos cómicos no se les perdonaba no incluir en sus rutinas al menos un par de chistes “de rotitos”, siempre muy fomes. Coco  Legrand, por 1972, amplió el registro e incorporó a su show una detallada distinción entre pelientos, pungas y picantes.Según Benjamín Subercaseaux, el rasgo distintivo del roto es mantenerse por sobre la ley o bien constituir la ley. A este tipo particular de individuo orgulloso y autodependiente, Subercaseaux  lo llamó el roto rey. No hay quién no tenga  teorías sobre el roto. Hay observadores que han establecido su parentesco fisonómico con los personajes de Los borrachos, de Velásquez: la misma nebulosa alcohólica en la mirada, que refuerza un gesto propenso  a la burla. 

X