Crédito fotografía: 
Lautaro Carmona
El deceso de un hombre de 52 años, que por décadas vivió en forma itinerante y que cargaba con la mochila del alcoholismo, es más común de lo que parece. Si bien está el esfuerzo de instituciones, abandonar este mundo es muy difícil según expertos, pues encuentran en esos espacios una acogida que la sociedad nos les da.

En horas de la mañana de ayer, fue encontrado el cuerpo sin vida de una persona en situación de calle en el sector del Puente Libertador, específicamente en un ruco donde alojaba en forma itinerante. Esto, en la zona de la ribera del Río Elqui.

Horas después, las huellas necrodactilares permitieron identificarlo: se trataba de Mario Reyes Catalán, de 52 años, en cuyo deceso se descartó la participación de otras personas. En efecto, el subprefecto Claudio Alarcón, jefe de la Brigada de Homicidios La Serena aseguró que “el trabajo en el sitio del suceso, el empadronamiento de testigos y el análisis externo del cuerpo nos permite establecer que no hay intervención ni lesiones atribuibles a la participación de terceros. La necropsia correspondiente en el Servicio Médico Legal precisará las causas del fallecimiento”.

Sin embargo, esta es sólo la punta del iceberg de una realidad conocida pero que no por eso debe ser olvidada: las personas en situación de calle. Cabe destacar que Mario, según antecedentes que pudo verificar nuestro medio, por años consumió altas cantidades de alcohol y en los últimos días había manifestado importantes dolencias corporales.

Realidad estremecedora



Diario El Día fue hasta el campamento en cuestión, donde dos mujeres que por años han vivido ahí lo recordaron. Una de ellas es Pamela, de 42 años y que lleva veinte habitando uno de los rucos. “Era conocido como el Siberiano. Yo creo que lo que finalmente le hizo muy mal fue dormir tanto en la intemperie”, aseguró. 

Quien también lo conocía era Alicia, de 70 años, que pese a todas las dificultades se ha mantenido por cuatro décadas en ese lugar y dando refugio a quienes llegan a pedir alojamiento. “A veces venía por acá, yo tengo a hartos viejitos y les daba un ladito. Él dormía en la calle y pasaba prácticamente todo el tiempo en los alrededores de La Recova. Sobre su muerte, yo creo que él se quedó en el sueño, como le ha pasado a muchos acá”.

Tratar de cambiar la suerte



Si bien el esfuerzo que realizan instituciones son muy importantes, hay diversos factores que influyen en que éstas personas no quieran recibir ayudas o persistan en mantener su forma de vida.

En ese sentido, Gonzalo Cortés, del Hogar de Cristo, en conversación con El Día, señaló que “morir en esas circunstancias no es digno para ninguna persona. En lo concreto, nosotros realizamos muchas acciones para entregar posibilidades de una vida mejor, pero esto requiere de una instancia mucho más macro de inclusión social e integración, donde existan políticas públicas que puedan acoger a estas personas, porque son sólo algunos lo que logran reinsertarse”. 

Importantes esfuerzos



El seremi de Desarrollo Social y Familia, Marcelo Telias, lamentó lo sucedido con esta persona en situación de calle, y recalcó que “en la línea del Plan Protege Calle, nuestro trabajo no es solamente con los albergues, sino que también con la Ruta Social, la Ruta Médica y la vacunación para las personas en situación de calle. Es una labor que se ha desarrollado en La Serena, Coquimbo y Ovalle contribuyendo a atender sus necesidades y mejorar su calidad de vida, ahora ampliando el tiempo de funcionamiento del Albergue Protege de La Serena hasta el mes de abril”.

Más que solo una condición



El sociólogo local, Juan Rojas, en diálogo con nuestro medio, sostuvo que “esto se trata de un tema hasta cierto punto patriarcal, porque la gran mayoría de estas personas tienen familia, pero deciden no retornar para seguir la vida como ellos lo han decidido. En general, se trata de adultos que tienen educación media completa y además cuentan con enfermedades de base como hipertensión o diabetes. De todas formas, la tónica es el consumo problemático de alcohol, que por lo general es muy barato, lo que trae consigo decesos que son multisistémicos, por el tremendo daño a sus organismos. Tienen una corta vida”.

Por otra parte, señaló que es evidente que se trata de una situación que está invisibilizada. “Termina siendo una realidad que se distancia, y por tanto, el resto de la sociedad no la extraña. Sólo aparecen en el contexto de un riña, una pelea o porque están haciendo una fiesta, pero por lo general nosotros pasamos literalmente por encima y no los vemos, porque pese a todo deciden no vivir demasiado alejados de los centros urbanos y eligen hacerlo bajo los puentes. Encuentran sentido a la vida entre sus pares”, sostuvo.

 

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