La policía chilena ha pedido a la Interpol que busque en Ecuador al líder de una secta que el pasado noviembre quemó vivo a un recién nacido, y que en febrero de este año huyó a Perú. Esto luego que la tarde de hoy se entregaron otros 2 integrantes, Carolina Vargas y Pablo Undurraga
La Policía de Investigaciones de Chile (PDI) recibió el aviso de dos ciudadanos chilenos residentes en Ecuador quienes señalaron que el prófugo podría encontrarse en alguna localidad ecuatoriana en la frontera con Perú, una zona en la que el sospechoso ya ha estado antes.
El líder de la secta es Ramón Castillo Gaete, un músico de 35 años que se creía la reencarnación de Dios y se hacía llamar "Antares de la Luz".
Hasta el momento, cinco miembros del grupo han sido detenidos por el macabro caso, que se conoció este miércoles. La policía sigue buscando al líder de la secta y otras dos personas.
Un chileno que vive en Quito avisó a la PDI de que Castillo conoce bien la frontera de Perú y Ecuador ya que, según su versión, en 2008 estuvo en las localidades ecuatorianas de Vilcabamba y Malacatos ofreciendo seminarios de sanación.
Otra persona que reside en Vilcabamba desde hace años confirmó este versión e indicó a la policía que el sospechoso decía que podía curar con las manos, lo que le granjeó varios clientes en esa zona.
Según la PDI, los miembros de la secta acostumbraban a consumir un alucinógeno conocido como ayahuasca, en reuniones en las que Castillo tenía relaciones sexuales con todas sus seguidoras, a las que decía que él, por ser Dios, no podía procrear y que si alguna vez eso pasaba el bebé sería el anticristo y debía morir.
De acuerdo con los antecedentes del caso, la madre del bebé -que es una de las detenidas- fue llevada el 21 de noviembre de 2012 a una clínica de la ciudad de Viña del Mar, donde dio a luz un varón, pero al día siguiente Castillo, que al parecer es el padre, se llevó al bebé y a la madre sin el consentimiento de los médicos.
El día 23 se trasladó hasta Colliguay, una pequeña localidad de la región de Valparaíso, donde ya estaba el resto de la secta, para realizar el rito que, según ellos, salvaría al mundo de su fin, previsto para el pasado 21 de diciembre.
En el ritual, dejaron caer al bebé en una caldera de dos metros de profundidad repleta de fuego y se mantuvieron en el lugar hasta el 21 de diciembre, cuando lo abandonaron tras comprobar que el mundo no se había acabado, dijo el fiscal a cargo del caso.