19:40 horas del 16 de septiembre del 2015. Las autoridades están inaugurando la fiesta más grande de Chile, en la carpa oficial de la Pampilla de Coquimbo, donde se escuchan risas y cuecas. Todos están felices sin pensar que la tierra les tenía una dolorosa sorpresa.
A esa misma hora Ricardo Cortés estaba viajando a su hogar en Illapel. La jornada laboral en una reconocida minera del lugar había terminado y venía en la camioneta junto a otros trabajadores. Era su último día de trabajo en la semana y ya estaba armando planes para disfrutar de las Fiestas Patrias.
Daniela Álvarez, egresada de Derecho, estaba con sus dos hijos Anastasia y Benjamín, de cuatro años y de un año y medio en la denominada zona cero.
Hacía unos meses que su madre, Dominga Vilches, había decidido cambiarse de La Serena y arrendar un departamento en calle Maipú en el sector de Baquedano, en el condominio Costa Coquimbo. Vivía en el quinto piso y estaban viendo dibujos animados en la televisión por cable que había instalado minutos antes.
19:56 horas. Las autoridades están listas para cortar la cinta que daba por inaugurada la Pampilla de Coquimbo. Comienza a sentirse un leve movimiento sísmico, que cada vez aumentaba su potencia. Estando en zona segura, muchos asistentes a la fiesta llaman a la calma, mientras otros comienzan a gritar y correr.
Ricardo en su camioneta presiente que ese movimiento sísmico es un terremoto. Ya había vivido el de 2010 en Santiago y por eso el terror se apoderó de su rostro. Detuvieron la camioneta y piden en oración que los cerros del valle del Choapa se mantengan en su lugar.
Daniela no dimensiona que sea un terremoto, “estas construcciones son antisísmicas, por lo cual se sentía el vaivén, pero luego explotaron las luces. Yo debía mantener la calma y ya teníamos un plan con mi mamá de quedarnos en el departamento si ocurría alguna cosa. Yo estaba sin celular así que no sentí alerta de tsunami”.
Sin embargo, el movimiento continúa y a la casa de Daniela llega el padre de sus hijos, Cristian, que vivía unas cuadras más arriba. En estado de shock, Daniela no reacciona y su expareja decide que deben evacuar. “Mientras yo bajaba todos están subiendo a zona segura, hay que irse y nos vamos a mi casa”. Daniela toma algunas cosas y con un kit de emergencia que tenía iluminaba el edificio. Llegaron al estacionamiento donde se encuentran con su hermana María Soledad y su sobrino Miguel. Ella sube al automóvil, que su hermano hace pocos meses le había regalado y parte. Como no había energía eléctrica, los portones no abrían. Su madre, unos metros más allá, estaba sola esperando, su sobrino les alerta que el mar se acercaba y Cristian se sube al automóvil con los dos niños y María Soledad.
“Miré al frente y veo que una masa de agua avanza y choca con el edificio de adelante y sigue avanzando. No sabía qué hacer, si avanzar o retroceder. Decidí dar marcha atrás y el agua choca contra el auto. Mi sobrino no alcanzó a subirse, porque yo tenía una silla para bebés en el asiento delantero. Entonces de un salto se subió al techo y se afirmó en las puertas. Quedé detrás de un Porsche, yo creía que seguía andando, porque el auto funcionaba y se escuchaba el disco que tenía puesto, pero estábamos como dos metros más arriba flotando con el mar”.
EL TERREMOTO ANUNCIADO. Mientras Daniela seguía luchando por su vida y la de su familia, las autoridades rápidamente comienzan a realizar acciones para saber qué sucedía. El terremoto que afectó a la zona central tuvo su epicentro a 37 km al suroeste de Canela Baja, cerca de Illapel y su magnitud fue de 8,4 grados en escala Richter. El movimiento fue percibido en las regiones de Atacama, Valparaíso, del Maule y Metropolitana, pero la alerta de tsunami decretada por el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada de Chile (SHOA) se extendió a toda la costa chilena y alarmó a países como Perú, Japón y Hawai.
El intendente Claudio Ibáñez y el alcalde de Coquimbo, Cristián Galleguillos, junto a otras autoridades comenzaron a recibir información y se reunieron en el centro de operaciones ubicado en el Estadio Francisco Sánchez Rumoroso de Coquimbo. A esa hora, el ruido del mar daba a conocer el potente tsunami que arrasó con todo el sector de Baquedano, la costanera, Tongoy y varias otras caletas.
En ese mismo instante, terminado el movimiento telúrico, Ricardo y sus compañeros deciden continuar su viaje, no saben muy bien lo que ha pasado, pero el trayecto es largo. Esquivan rocas en el camino y llegando a Salamanca ven a familias fuera de sus casas, mujeres y niños llorando. “Cuando ya estábamos en Salamanca supimos que había sido un terremoto en Canela, seguimos viajando y cuando llegué a mi casa en Illapel, el viaje más largo de mi vida, tenía vecinos con sus casas destruidas, muchos de ellos ancianos. Fue súper fuerte, algo que no me gustaría vivir de nuevo”.
Daniela seguía intentando salvar su vida y la de su familia. Palos, otros vehículos, fierros y muchos escombros chocaban contra su auto. En un momento, cuando el vehículo comenzó a hundirse, los adultos se tomaron los hombros y pensaron en dejar de luchar. “Si hubiese estado sola, quizás lo hubiese hecho, pero estaban mis hijos a quienes más amo en la vida. Por ellos seguimos y decidimos bajarnos, Cristian y yo junto a mi sobrino, intentando anclar el auto, pero no teníamos fuerza.
Nos sacamos casi toda la ropa y el agua estaba muy helada. Decidimos subir por un balcón del edificio. Primero nuestros hijos y yo le gritaba a Anastasia que abrazara a su hermano, que ella tenía que cuidarlo. Luego subí yo, mi sobrino se fue a buscar a mi mamá. Mi hermana no quería subir, había decidido quedarse en el auto”.
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Desesperada, Daniela le rogaba a su hermana que intentara subir, pero esta no respondía. “Llegó mi sobrino y mi expareja y ellos la ayudaron, entramos al departamento y este estaba cerrado no podíamos salir y el agua ya había entrado por los ductos de las cañerías. Estábamos desesperados y usábamos cualquier cosa para abrir la puerta, cuando estábamos en medio del agua, yo veía que alguien nos iluminaba y en ese momento supimos que eran un papá y su hijo, de un departamento de más arriba, que fueron a ayudarnos a romper la puerta”.
Ya fuera del agua, subieron a la terraza del edificio donde se encontraba la administradora del lugar y mucha gente reunida. “Parecía que estábamos entrando a otro mundo. Todos estaban celebrando, mientras nosotros estuvimos a punto de morir. Esa fue la segunda vez que nos detuvimos y nos abrazamos, pero esta vez decíamos estamos vivos”. Pidieron ayuda y les trajeron ropas y mantas. Hicieron una cama para sus hijos y partieron a buscar a su madre.
Después de mucho rato, cerca de las cuatro de la mañana se enteraron de que se encontraba en el edificio del frente, alcanzó a subir al séptimo piso antes que el agua entrara. A esa hora y con la ayuda de dos hermanos que llegaron al lugar, decidieron salir. No se veía nada y el agua aún me llegaba a la cintura. Había fierros y mucha basura, pero de todas formas caminamos para salir de ese lugar”.
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Al día siguiente, las autoridades ya están conociendo nuevas cifras y testimonios. La Presidenta Michelle Bachelet y su equipo asesor visita la zona. Mientras en diversos sectores los habitantes de la región demuestran su fuerza y comienzan actividades de limpieza. El terremoto dejó 12.312 viviendas damnificadas con distintos niveles de daños, entre las comunas de Elqui, Limarí y Choapa, dentro de las cuales 912 pertenecen a la comuna de Coquimbo. Los sectores de Baquedano y Peñuelas fueron los más afectados en Coquimbo, con 478 viviendas con distintos grados de daños.
Hoy mientras las autoridades siguen trabajando en la reconstrucción y entregando soluciones a las miles de familias que se vieron afectadas por el terremoto y tsunami, Daniela siente nuevamente la angustia y el miedo de ese día. “Yo quiero que nos juntemos este 16 todos los que estuvimos el año pasado a punto de morir. Aún me cuestiono muchas cosas, qué habría pasado si yo me hubiese quedado en mi departamento, qué pude hacer antes. Me gustaría que mis hijos no se separaran de mi lado este día, porque necesito tenerlos a mi lado, no quiero volver a vivir esa sensación de que puedo perder a los que amo”.