El fuerte sismo y posterior maremoto provocaron la muerte de más de una decena de personas en la Región de Coquimbo. Aquí algunas de sus historias.

Millonarios fueron los daños que provocaron el terremoto y posterior tsunami en la región de Coquimbo. Todavía la población busca dejar atrás los escombros y reconstruir sus viviendas o reanudar sus actividades productivas.
Sin embargo, el mayor daño estuvo en la muerte de más de una decena de personas, principalmente producto del tsunami. Sólo en la comuna de Coquimbo hubo siete personas fallecidas. 

JUAN CARLOS DÍAZ GONZÁLEZ (58):"El amante del mar que murió en el tsunami"

Si no estaba trabajando como pescador o buzo, Juan Carlos Díaz González (58) tenía prácticamente la misma rutina todos los días. Se levantaba temprano y se iba a la caleta de Coquimbo, donde se encargaba de buscar alguna “pega”. Allí era conocido como “Juanito, juanito” o como “El toalla” porque en los días de sol andaba con una toalla al cuello para evitar que el sol le quemase. Más tarde, alrededor del mediodía, gastaba sus horas en una cantina del sector. Luego a descansar a la casa que compartía con su padre, hermanos y sobrinos en la Avenida Juan Antonio Ríos Nº296.


Así lo hizo el 16 de septiembre del 2015, el día del terremoto, cuando perdió la vida arrastrado por las olas del tsunami que azotó las costas del puerto de Coquimbo.


Juan Carlos Díaz no alcanzó a terminar sus estudios básicos y prefirió de inmediato comenzar a trabajar en lo que más le gustaba: el mar. Se transformó en pescador y buzo y no dudaba en recorrer gran parte del litoral en busca de algún trabajo para el sustento familiar. 


“Su mundo era el mar. Durante un tiempo fue buzo, después pescador, pero siempre estuvo relacionado con el mar”, recuerda su hermana Cristina, quien añade que “en el llamado boom del loco era el primero que acudía y llegaba hasta bien al sur buscándolo. Era loco por el loco”, dice, sonriendo.  “También se dedicaba a la pesca del bacalao y conocía toda la costa de Chile, aunque más habitualmente trabajaba en la Isla Damas y el sector de Punta de Choros”.
Juan Carlos Díaz se había casado en su juventud, pero al momento de su deceso ya estaba separado desde hace más de diez años. Fruto de su relación tuvo un hijo, Cristian Díaz Montero, de 35 años, quien en la actualidad vive en la localidad de Caldera. 

EL DÍA DEL TERREMOTO  Cristina Díaz recuerda qué ocurrió el 16 de septiembre del 2015. “Ese día, durante la mañana, con mi hija y mi nieta mayor, fuimos al centro a cobrar un bono que les dan a los niños habilosos. Cuando iba en la micro, vi a mi hermano. Estaba sentado junto a otras personas en una banca, cerca del local “Zambra” y miraba el mar. El no me vio”, relata.


En la tarde, alrededor de las cuatro, la mujer le pidió a su marido que si veía a Juan, que le dijera que volviese de inmediato a la casa para almorzar. “Mi marido salió a comprar y le habló a Juan, dándole mi recado, pero Juan respondió que todavía no quería irse”.


Cristina indica que con su hija ya llevaba como dos horas limpiando jaibas en la cocina de la casa, cuando llegó el terremoto. Dice que el movimiento era tan violento que su hija entró en pánico y tuvo que tranquilizarla. 


Luego como familia tomaron la decisión de evacuar ante la posibilidad de un tsunami. Ya sabían que su zona de seguridad estaba en los zigzags y en esa dirección organizaron la salida. La tarea más difícil fue levantar a su padre, Luis Díaz Rojas, debido a su avanzada edad, 92 años. “Cuando subíamos por los zigzags miré en dirección de Peñuelas y vi cómo se salía el mar”, cuenta. Fue en ese momento, cuando se acordó de su hermano Juan. 


Pasaron la noche en la casa de un amigo. “En mi mente me preguntaba ¿cómo estará Juanito? ¿dónde lo habrá pillado la ola?”, expresa.


Al día siguiente, el 17 de septiembre, comprobaron que Juan no había regresado al hogar. “Empezó una verdadera odisea familiar para ver si estaba en algún albergue. Buscamos en todos los lugares habidos y por haber, pero no lo encontramos”.


Con el transcurso de las horas, se preocuparon aún más. La espera terminó cuando Carabineros les notificó que el cadáver de Juan estaba en el Servicio Médico Legal. Había sido hallado en la zona donde se construía el nuevo mall de la ciudad.

 

LOS RECUERDOS. A un año del deceso de Juan Díaz, sus familiares lo recuerdan con cariño. “Era muy alegre y le gustaba mucho cuando nos juntábamos todos los hermanos, muy bueno para revolverla, echar la talla”, dice Cristina, quien explica que para el 16 de septiembre del año pasado ya estaban preparados para festejar las Fiestas Patrias. “Habíamos  comprado todo, la carne, el pollo, para hacer unas ricas fiestas. Ya habíamos decidido que la pasaríamos en la casa, donde hacíamos nuestra propia pampilla”, explica.


El padre de Juan, Luis, dice que “Juanito era un niño alegre, que no daba ningún problema”. Reconoce que  “cuando entró a trabajar en el mar empezó con el trago porque antes no tomaba” 


Consultado acerca de si tenía alguna afición, su hermana dice que “era una persona más de conversa. No veía la televisión, pero sí le gustaba la música, la pachanguera, y también la antigua que ponía.


Catalina Muñoz era sobrina de Juan y admite que “él era el tío regalón, el que nos llevaba a la playa (...) cuando mis primos de Valparaíso nos visitaban durante el verano éramos capaces de llegar caminando hasta El Faro”.


Carolina indica que “yo siempre estuve viviendo con él, en esta mi casa, y como la menor de las sobrinas era su regalona”.


Afirma que “para él era todo su mar (...) nosotros ahora trabajamos en la jaiba y él nos enseñó, es su legado hacia nosotros, la enseñanza de trabajar en el mar”.

 

ROSA AGUIRRE ORTÍZ: "La mujer que no quiso abandonar su hogar en Baquedano".

Rosa Aguirre Ortiz (80) vivía sola en una modesta casa ubicada en la calle Francisco de Aguirre Nº4 en el sector de Baquedano, en la comuna de Coquimbo. Tras el violento sismo de 8,4 grados Richter, sus familiares le pidieron que evacuara ante la posibilidad de que un tsunami llegase hasta el lugar, pero ella se resistió. La ùltima escena de Rosa Aguirre con vida fue cuando cerró la puerta de su casa, en medio de la oscuridad de aquel 16 de septiembre. Su cadáver fue hallado varios días después, el 23 de septiembre, en el sector del puente La Garza.


Rosa Aguirre vivía sola desde que falleció  su esposo, Luis Armando Jiménez, un hombre que se desempeñó en labores de pesca durante toda su vida y que en la vejez quedó postrado en cama. “Ella siempre estuvo a su lado y lo cuidó hasta su muerte”, cuenta su hermano, Lorenzo Aguirre (75), quien justamente vive en la casa contigua a la que ocupaba Rosa.


“Económicamente, ella se las arreglaba con lo que recibía de pensión de su esposo. Ella nunca trabajó porque siempre se dedicó a ser dueña de casa, su vida era su familia y su casa”, añade Lorenzo. “A ella le gustaba estar sola y salía en muy pocas ocasiones, sólo para visitar a sus hijas, Merci y Luisa, quienes viven en la Villa Covico”.


Lorenzo relata que como gran parte de los más antiguos habitantes del sector de Baquedano, también fue pescador en Coquimbo.

NO ME QUIERO IR. Lorenzo Aguirre y su esposa María Isabel Riveros estaban en el living de su casa cuando comenzó a temblar. Días antes del 16 de septiembre, la hija mayor del matrimonio había llegado proveniente desde Antofagasta y el matrimonio compartía con un grupo de familiares, en una jornada previa a las Fiestas Patrias. “Nos encontrábamos todos contentos alrededor de la mesa, cuando comenzó el movimiento, intentamos tranquilizarnos, pero cuando comienza a ser más fuerte nos empezamos a desesperar y nos pusimos a llorar”, cuenta María Isabel.


En medio del caos, un hijo del matrimonio decidió que todos debían salir del hogar e irse a Tierras Blancas, a casas de familiares. 


“Antes de que ocurriera el segundo sismo, Lorenzo fue a ver a su hermana Rosa y le dijo que saliera de la casa, tratamos de convencerla (...) Ella me pide fósforos, ya que se había cortado la luz, pero yo le decía que mejor nos fuéramos, la agarré del brazo, insistiendo en que nos fuéramos de ahí, pero no hubo caso que saliera, ya que decía que la hija la iría a buscar”, dice la mujer.


“Mi hermana no quiso evacuar, si nosotros hubiéramos pensado que el mar se iba a salir, hubiéramos hecho lo posible por sacarla de la casa, pero supimos que el mar se estaba saliendo cuando íbamos subiendo por La Cantera y ya era muy tarde”, reflexiona Lorenzo a casi un año del hecho.


“Al otro día, la buscamos por todos lados, pero no la hallamos. Sólo 8 días después del terremoto encontraron su cuerpo”, añade.


“El día del terremoto ella nos abrió la puerta, pero sólo nos pedía fósforos para prender una vela, debido al corte de luz. Estaba tranquila y no quiso irse con nosotros. Ella siempre decía que quería irse con su marido, por eso a lo mejor no salió”, comenta.


Al regresar a Baquedano, el matrimonio comprobó que Rosa había desaparecido y que la fuerza del agua había destruido todo el sector.


“Con la ayuda de Carabineros y Bomberos buscamos a mi hermana, pero nada. Sólo después de ocho días la encontraron en la Quebrada del Culebrón”, dice Lorenzo.


Alicia Matilde Aguirre Ortiz (66) también era hermana de Rosa y sólo tiene gratos recuerdos de ella. “Era una muy buena hermana (...) cuando ella tenía problemas o quería contarme algo, me llamaba por teléfono o yo iba a su casa”.


“Ella pasaba sola en su casa, no le gustaba salir ni siquiera para las fiestas, siempre fue así. Su marido era todo para ella, él estuvo postrado por muchos años y ella no salía a ninguna parte para poder atenderlo. Cuando su esposo murió, ella me llamó llorando para contarme”, añade.


“Estuvo casada prácticamente toda la vida con él porque se casaron muy jóvenes. Ella trabajó un tiempo como asesora del hogar en Coquimbo y su marido era pescador y muy bueno con ella, por eso lo quería tanto”, indica.


Alicia admite que cuando encontraron el cadáver de Rosa en el sector de El Culebrón, “sentí un alivio muy grande porque a mi hermana ya la habían encontrado, eso era lo único que quería yo, que la encontraran para sepultarla”.

 

VICTORIA FLORES AGUILAR (20): "La joven que bailaba breakdance"

Victoria Flores Aguilar (20) vivía en la ciudad de Ovalle donde era una reconocida exponente de la música breakdance. En los días previos a las Fiestas patrias estaba de visita en la casa de familiares de la localidad de Tulahuén, en la comuna de Monte Patria. A la hora del terremoto ella estaba sola por un camino rodeada de cerros.


El alcalde de Monte Patria, Juan Carlos Castillo, indicó que en el lugar donde ocurrió el deceso de Victoria existen cerros muy empinados y que los lugareños saben que frente a un movimiento telúrico deben huir hacia el río. Ella se quedó de pie, casi sin movimiento, cuando una roca se desprendió y cayó sobre su cuerpo. Su muerte fue casi instantánea. 


“La Vicky”, como era conocida, bailaba hip hop en la agrupación Made in Chile. Cristian Araya indica que ella era “parte de la familia del breakdance. Llevaba unos 6 o 7 años junto a nosotros, era una tremenda persona, muy simpática y buena onda y sobre todo destacaba por su energía”. Vivía en la población El Mirador y cursaba estudios superiores en la ciudad de Coquimbo. 

 

LIZETH ARAYA SILVA (25): "La única víctima en Illapel"

Fue la primera víctima que se conoció del terremoto del 16 de septiembre de 2015. La joven Lizeth Araya Silva (25) fue la primera víctima que se conoció del terremoto del 16 de septiembre de 2015. Estaba a cargo de la Fuente Schuster, en pleno centro de la ciudad de Illapel cuando comenzó a temblar. En medio de la huida de los clientes quienes buscaban un mejor refugio, ella intentó cerrar la cortina del local, cuando una cornisa cayó sobre su cabeza. Fue un golpe violento. A los pocos minutos, falleció en la misma calle.


Su abuela, Norma Núñez Ramos, quien la crió como su madre dice que “la recuerdo todos los días”. Cuenta que era una muchacha muy responsable y que por ello había quedado a cargo del local. “Creo que le dijeron que le iban a robar y ella se regresó para dejar bien cerrado el recinto”, agrega.
“Ella era muy colaboradora conmigo porque aportaba con su sueldo al hogar (...) siempre sacaba a pasear a sus sobrinos”, añade.
El día del terremoto almorzó en la casa de sus abuelos y a las tres de la tarde volvió al trabajo. Salía a las 8 de la noche, pero cinco minutos antes llegó el megasismo que acabaría con su vida.


El dueño del local, Felipe Schuster, relata que él estaba en el interior de un café en la ciudad de Mendoza, Argentina, donde estaba de vacaciones, cuando comenzó a moverse el piso muy fuerte. De inmediato, se conectó a wifi y vio las noticias que alertaban de un terremoto en Illapel, donde tiene su negocio y donde vive su familia, incluyendo a su pequeña hija. “Lo primero que pensé fue en Illapel y en mi hija (...) luego de un rato logré contactarme con mi madre y pude saber que todos estaban bien”, relata. 


Schuster reconoce que el fallecimiento de Lizeth es “un tema bien sensible”. Agrega que tras el sismo, pudo comprobar que el local no tenía mayores daños. “Hubo unas grietas en las paredes y la cornisa que se cayó. Fue un infortunio”, comenta.


La joven víctima vivía con sus abuelos en una vivienda de la población San Rafael de Illapel y había cursado estudios en el Liceo  Domingo Ortiz de Rozas.

 

 

 

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